Cosechando Rebeldías Feministas. Las luchas socioambientales desde un feminismo de los pueblos

Este libro es parte de las señales luminosas que hay en el mundo a pesar de la crisis, o quizás justamente por la crisis. Es un vuelo de luciérnaga que ilumina en un bosque que parece quedarse sin futuro, pero que se embellece e ilumina por su vuelo. Una suerte de fuerza mayor reaccionando e invitándonos a cambios radicales. Esa fuerza mayor bien podría ser la naturaleza misma, que reclama por los seres humanos y también por los no humanos. Que reclama por el mantenimiento de la vida en el sentido más extenso e intenso de la palabra.

Una de las grandes derrotas que sufrimos con el capitalismo es que fuimos separados del mundo natural; esa ruptura con la naturaleza viene acompañada con renuncias a formas horizontales de cuidado, con violencias y ejercicios de dominación y con ejercicios cada vez más agresivos de acumulación y despojo.

Del prólogo de Esperanza Martínez

 

Ficha técnica

  • Autoras: Comité socioambiental feminista de la Coordinadora 8M – Chile
  • Fecha:  Diciembre 2020
  • Edición: Coordinadora Feminista 8M / Fundación Rosa Luxemburgo
  • Prólogo: Esperanza Martínez
  • Créditos: Edición: Lucía Sepúlveda / Ilustraciones: Alejandra Milena / Ilustración de portada: Constanza Núñez / Diseño y diagramación: Lucía Paz. Impreso en Quimantú, Chile.
  • Paginas: 66

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“La primera violencia que se vive en nuestros barrios es la violencia económica”

La vivienda y la lucha por un derecho básico en los barrios: el agua

 

Milena: La situación habitacional de los barrios es diferente en CABA, acá en Rosario o en el resto de las asambleas del país, pero algo que nos atraviesa a todas por igual es la problemática del agua, la luz y la falta de urbanización. Desde nuestras asambleas nos hemos organizado para poder resolver a corto plazo por ejemplo lo que fue la campaña “Contagia potabilidad” el año pasado donde hemos podido colocar tanques comunitarios porque en el verano la principal problemática es la falta de agua, y así nos fuimos organizando. Obviamente no dejamos de exigir una respuesta al estado porque es un derecho el acceso al agua pero son soluciones y estrategias que fuimos encontrando entre las vecinas.

Jesica: Al ser barrios empobrecidos y no urbanizados la problemática del agua es a nivel nacional en todos nuestros barrios. En muchas de nuestras asambleas, por ejemplo, en la villa 21-24 que es una de las más grandes de capital, las escuelas del barrio hicieron un testeo a los pibes y las pibas porque venían muchos con dolores de panza, vomitaban mucho… entonces decidieron las familias hacer un testeo al agua y a cada uno de esos pibes. Y se detectó que en una gran mayoría de los chicos encontraron parásitos provenientes del agua y el agua imposibilitada para el consumo humano. La 21-24 está dividida por sectores y en la gran mayoría se hizo un estudio sobre el suelo y se encontró que las napas están contaminadas entonces es imposible consumir el agua, hay un gran porcentaje de nuestro sueldo, del ingreso de la familia, que se gasta en comprar agua embotellada.

Y ni hablar de las campañas que se hicieron en el medio de una pandemia de la importancia del aseo y la limpieza de nuestras casas y de nuestras manos y como eso afecta, al NO tener ese derecho, ese servicio garantizado, a nuestra vida cotidiana. No tenemos agua para poder cumplir todas esas normas anuncian las campañas de prevención frente al Covid. Y esa era una de las luchas de nuestra compañera Ramona de la villa 31 que terminó muriendo por desidia del estado.

 

 

Aislamiento, endeudamiento y una reurbanización sin perspectiva de género

 

Johana: La pandemia vino a profundizar un montón de necesidades respecto de la pobreza estructural donde nosotras vivimos, porque todo esto no pasó ahora, sino que nuestros hijos nacieron en la pobreza estructural.

Anita: Yo tengo tres hijas chicas y tengo que lavarles las manos, bañarlas, tengo que cocinar y sin agua no puedo. Ahora estoy con el tema de la relocalización y estoy sola. Se junta el agua podrida estoy con el tema de los mosquitos y vengo peleando, me vine a acercar al ministerio. A mí no me van a relocalizar porque la mitad de mi casa está bajo autopista y la otra mitad no.

Johana: Ninguna de las urbanizaciones que se van llevando a cabo a lo largo y ancho del país tiene perspectiva de género. Y es una de las cosas que más discutimos nosotras porque había muchos casos judicializados como sabemos que la vecina se separa del agresor, le hacen la perimetral y bueno él vive enfrente porque vivimos en un pasillo y es la historia de siempre. Y muchas veces, como cuando se hizo el relevamiento de la ciudad para definir las casas a nombre de quien iban, en muchos casos cuando hacían el relevamiento la vecina estaba al lado del violento y el que titularizó por esa casa fue el violento.

Jesica: Un poco lo que fue creciendo, es la deuda, nos endeudan a nosotras como mujeres con esto de los préstamos a las AUH. Como fueron incrementando esos préstamos y como fuimos endeudándonos con el Estado. Después otra es que tuvimos que salir a trabajar más. Somos trabajadoras en nuestras casas, trabajadoras comunitarias y el trabajo por fuera de nuestras casas. Esto implica que también hayamos pedido prestado a nuestras vecinas algo de plata, poder ayudarnos entre nosotras.

Y algo que venimos peleando y diciendo también es que nuestros comedores aumentaron las raciones en un 200% y aumentaron también los trueques: por ejemplo, alguien tiene dos paquetes de azúcar y otra tiene un paquete de yerba y nos sirve y se truecan.

 

 

Las Casas de Mujeres y disidencias como espacios formativos, productivos y de encuentro

 

Anita: El acompañamiento y seguimiento lo estamos haciendo entre las vecinas acá del barrio. Hay muchas mujeres que son violentadas, que no tienen adonde ir a dormir, muchas que quieren hacer la denuncia y tienen miedo y muchas son sostén de sus hogares o no se pueden separar porque el violento es el que trae la plata a la casa o la comida. Es por eso que también desde las Casas pensamos las Cooperativas para que esas mujeres puedan ser sostén de sus hogares. Con la pandemia acá en la Villa 31 está habiendo muchos casos de violencia y tratamos de acompañar a todas las mujeres.

Johana: El aislamiento también quebró algo que estamos acostumbradas nosotras que es vivir en comunidad. Siempre decimos que hacia adentro de los barrios populares hasta los afectos son colectivos no solamente el plato de comida. Las vecinas no tenían con quien dejar a los pibes para ir a sacar el turno en la salita o para no exponerlos o para que se distraigan un poco  porque vivían en un cuartito 5 o 12 personas con camas cucheta, compartiendo un baño. También pasa de quedarnos a cuidar las niñeces de otras mujeres para que ellas vayan a hacer la denuncia porque los espacios de denuncia en la pandemia cerraron y había que hacer denuncias virtuales entonces algunas compañeras que no tenían conectividad a internet decían bueno no le quiero contar a nadie entonces voy al ciber y hago la denuncia en el ciber. También hay un montón de compañeras que hablan quechua y no las entendían cuando querían hacer la denuncia por llamada. Hay compañeras que no saben leer ni escribir y tuvimos que tejer más redes de las que teníamos.

 

 

La violencia diaria de un Estado ausente

 

Jesica: La primera violencia que se vive en nuestros barrios es la violencia económica. En muchos casos el violento es el que lleva la plata a la casa, eso hace que muchas de nosotras no podamos salir de esa situación porque termina siendo un círculo. Entonces nosotras trabajamos desde las Casas con el eje trabajo: hay talleres de oficios, hay electricidad, hay talleres de encuadernación, una cooperativa muy linda de lencería, de estampados de remeras, bueno todo eso es trabajo que venimos pensando como Cooperativa y como mujeres. Una vez que tenemos una entrada económica la cosa cambia, después nos vamos conteniendo una a la otra hasta que la compañera se da cuenta de que esa vida no está buena. En las cooperativas pudimos comprar las maquinas también de manera autogestiva y se vienen sosteniendo con “salarios sociales complementarios” que son $10.000 y están por debajo del salario mínimo vital y móvil. O sea, con diez mil pesos no podes sostener una familia de 4 pibes o de tres o de dos. Y ni hablar si esa vecina tiene que pagar un alquiler, porque muchas de nosotras no vivimos en casa propia… si tenes que salir de una situación de violencia, ¿cómo haces? Por eso nosotras armamos una red de cuidado, para ayudarnos entre nosotras, pero es muy difícil si el estado no acompaña. Entonces lo importante es que el estado reconozca con un salario real para las cooperativas que dignifique a cada una de esas compañeras.

Nosotras venimos reclamando hace un montón de tiempo también salarios de urgencia para situaciones de violencia. Hasta ahora nos venimos sosteniendo a través de las redes comunitarias, pero si una compañera tiene que salir urgente de su casa, muchas veces de manera autogestiva no llegamos a solucionar y lo terminamos resolviendo que esa compañera se quede con sus hijes dos días en la casa de una, otro día en la casa de otra y así. Esto eso se resuelve con el estado presente y garantizando un sueldo de urgencia para que esa compañera se pueda pagar el alquiler y pueda salir de esa situación de violencia lo más urgentemente posible.

Johana: El abandono estatal que nosotras sufrimos adentro de los territorios está a la vista entrando a cualquier barrio popular. Y las esenciales son justamente las trabajadoras comunitarias de comedores, las trabajadoras comunitarias promotoras en género adentro de los territorios. El estado no tiene que reivindicar solo simbólicamente el laburo sino también económicamente, y que el sueldo que cobran las compañeras no sea un salario social, sino que sea realmente un sueldo que nombre el laburo que hacen como sueldo de trabajadoras comunitarias de comedor y que se nombre.

Y algo más es que en los barrios, por más que son muy grandes, hay mucha gente habitándolos y muchos pasillos, cuando se denuncia a un violento y se hace la perimetral, ese violento tiene familiar enfrente del pasillo donde vive esa vecina y entonces para ahí y la vecina está presa en su propia casa y no puede salir ni a comprar al kiosco, no puede mandar a los chicos porque sufre agresiones y lo que pasa en muchos casos es que cuando aprietan el botón anti-pánico la respuesta siempre es tardía y lo vimos en los medios de comunicación un montón de veces.

Jesica: Nuestro frente de géneros se conformó en el año 2015 en el Encuentro Nnacional de Mujeres en Mar del Plata. Y en seis años pudimos salvar un montón de vidas en nuestros barrios. ¡Si nosotras como organización y como mujeres que vivimos la violencia estructural pudimos buscarle una solución el estado tiene que escuchar este reclamo que venimos haciendo! Y son necesarios estos espacios, poder encontrarnos en algún lugar y poder pensarnos porque nosotras somos sujetas políticas y somos mujeres que pensamos y trabajamos por el barrio.

Nosotras y nosotros como organización tenemos el Observatorio Villero en la 21 somos 71.000 familias y en cada uno de los barrios son millones de compañeras viviendo en la pobreza y somos mujeres las que estamos en esta pobreza estructural y somos las mismas que les salvamos la vida a otras mujeres en estas redes de cuidado. En los pasillos de la villa es muy difícil que entre un patrullero o una ambulancia, esas problemáticas están si no hay urbanización.

 

Intervienen:

Milena Medina del barrio Los Pumitas de Rosario -Referenta de géneros Rosario.

Johana Ybarrola. Referenta de la Asamblea de la Villa 31 y del Frente de Géneros Nacional

Jesica Azcurraire, Villa 21.24. Referenta territorial de Géneros CABA, fue Coordinadora de la Casa de las Mujeres y las Disidencias de la 21 y participó de la mesa de Géneros Nacional hasta que quedó embarazada de Agustín.

Ana María Barrientos, Villa 31, es Coordinadora del eje de derechos humanos de la Casa de las Mujeres y Disidencias de  la 31, trabaja desde que se creó en la cooperativa de lencería feminista Eje Livera, es egresada del Bachillerato Popular Che Guevara de la Poderosa.

Entrevista: Laura Pinnola

Fotos: Frente de géneros La Poderosa

Edición: Florencia Puente – Fundación Rosa Luxemburgo

Galería de Fotos

“Las tareas del hogar y de cuidado tienen un valor que debe ser reconocido”

Violencia habitacional y falta de servicios: “Vivimos en un basurero”

Berta: Nosotras somos de la Villa 20 y como siempre el Estado se olvida de las Villas: no nos registran, nosotras somos las olvidadas. Tenemos las cloacas tapadas, algunos no tienen agua. Hay una Junta vecinal que no sirve para nada y por poco tenemos que ir de rodillas rogando que destapen la cloaca porque en este tiempo tan difícil que actualmente estamos viviendo, seguimos sufriendo el tapado de cloacas, la basura…. Vivimos en un basurero y ¿adónde vamos? Porque no tenemos otro lugar adonde ir a vivir. Acá tenemos nuestra casa, nuestra familia.

En tiempos de pandemia nadie vino a preguntar cómo estamos viviendo. Al ser mujeres organizadas aprendimos a luchar y a no bajar los brazos. Cuando necesitamos algo nos organizamos y vamos a exigir: que vengan a levantar la basura, a destapar las cloacas, que vengan a fumigar porque también al ser un basurero hay mucho dengue. La gente está muriendo por dengue o por el virus, o sea continuamente suceden cosas en la villa que a nadie le interesan pero nosotras hemos aprendido a luchar y seguimos adelante.

María: En plena pandemia no teníamos agua que es lo básico que nos tiene que garantizar el Estado y te dicen que cada diez minutos te laves las manos y no teníamos agua así que tuvimos que salir a cortar calles para tener agua que es lo esencial y hasta ahora no nos resolvieron, pero por lo menos nos mandan cuadrillas de camiones cisterna que vienen día por medio. Y tenemos que cuidar el agua.

Eusebia: Nosotras hemos salido a la calle como vecinas y cortamos. Nos llevaron al IVC (Instituto de Vivienda de la Ciudad) y lo único que nos decían es que no tenían gente, que no se podía trabajar en la pandemia y nosotras decíamos: no queremos cisternas, queremos que nos arreglen los caños, porque no sabemos a través de las cisternas que clase de agua viene porque también puede venir sucia y no la podemos tomar. Tenemos que usarla para lavar la ropa, los servicios… y nosotras queremos que nos arreglen los caños, no tener cisternas. Somos muchas familias, con muchos chicos y hay que bañarlos. Gente mayor también están sufriendo y eso no se da cuenta el gobierno

 

 

Una reurbanización a medias que agravó el conflicto con el agua y genera endeudamiento

Eugenia: Previo a la pandemia, en la villa se había comenzado la reurbanización y trasladaron a muchas familias, a compañeras nuestras las reubicaron. Muchas manzanas se tiraron abajo para abrir calles y ahora todo eso quedó suspendido. Hubo mudanzas que no se llevaron a cabo, está todo a medias. El tema del agua también tiene que ver con el abandono y el olvido en medio de una obra gigantesca de reurbanización que quedó en la nada.

Berta: A algunas compañeras las trasladaron a los departamentos, pero muchas hemos quedado en la villa aún, y las casas que se derrumbaron se hicieron basureros y ahí es donde se cría el dengue. Hicieron zanjas, rompieron cañerías y dejaron escapar el agua que fluía como si fuera un rio por la calle Chilavert, agua que se está desperdiciando mientras los vecinos no tenemos acceso. Las ratas están caminando por ahí como si fueran conejos y todo lo dejaron así, nadie más vino a trabajar, dejaron todo a medias.

Eugenia: A las compañeras que reubicaron con la reurbanización, las están endeudando. Para obtener la titularidad de la casa el gobierno de la Ciudad te obliga a pagar un crédito, que está ligado a los “beneficios” que se tienen por las AUH.

Noemí: Nos decían que las que teníamos AUH u otro plan, de ahí teníamos que pagar el 20%, pero en sí el titulo no te lo dan; recién cuando terminas de pagar todo te dan el título del departamento, mientras no está a nombre tuyo. Y hubo mucho malestar de parte de vecinos y vecinas porque era muy difícil intercambiar tu casa por un departamento. Y también pasó que los departamentos no estaban en buen estado. Hubo escombros que se caían de los revoques, se les caía el cielorraso del techo, había mucha humedad, como que no estaban tan bien hechos los departamentos. Te daban un crédito, pero que no te alcanzaba para comprarte una casa afuera de la villa (ni adentro) y hay muchos departamentos que se entregaron a gente que no vive en la villa y lo usan para alquilar, y hasta hubo departamentos que se le entregaron a gente que trabaja en la Junta vecinal que no le corresponde. En nuestro caso somos una familia de doce personas, nuestra casa no está en buenas condiciones y es muy difícil vivir ahí. Vamos al IVC y te dan solamente unos números para comunicarnos con los referentes y no te contestan, no te dan una solución.

 

Las tareas del hogar y de cuidado tienen un valor monetario – transformarse es un recorrido colectivo

Eugenia: Nosotras estuvimos acompañando mucho la presencia de Silvia Federici. Cuando ella dice “no es amor, es trabajo no pago” y fue un gran debate entre nosotras porque nos costó. De hecho también tomamos el ejemplo de Domitila Chungara (referente feminista minera boliviana), leímos unos fragmentos donde ella decía que su marido no la dejaba militar porque eso la separaba de las tareas del hogar (en Bolivia), hasta que ella se dio cuenta que las tareas del hogar tenían un valor monetario; entonces se quedó en su casa pero le puso un valor a cada una de las cosas que hacía y cuando le presentó a su marido a factura él le dijo “no puedo pagar todo esto”

Laura: Es muy duro salir de esa postura porque no somos reconocidas, que las labores del hogar son un trabajo: cuidar a los chicos, cocinar, lavar es un trabajo.

Eusebia: Y un poco somos como Domitila porque ya no hacemos como antes que teníamos que lavar, planchar, esperar con la comida al marido. Ahora ya no. Con las compañeras a pesar de todo esto nos hacemos un tiempo para sostener las tareas militantes del Movimiento, las ollas, las estructuras administrativas y ninguna ha parado en toda la pandemia. Con barbijos, con súper cuidados, con preocupación. Crecimos un montón y apuntamos mucho al autocuidado.

 

 

Estrategias ante situaciones de violencia física: acompañamiento y autonomía económica

Laura: Hablamos mucho en la organización de maneras de acompañamiento en situaciones de violencia porque son cosas que se presentan día a día y nosotras estamos organizándonos. Primero para poder trabajar de la misma manera y poder ser el sustento de nuestro hogar. Para eso tenemos la Gráfica y las cooperativas.

María: Siempre las mujeres somos doblemente maltratadas. Cuando hay una situación de violencia somos las mujeres las que salimos corriendo con nuestros niños y no tendría que ser así, entonces acompañamos a nuestras compañeras que necesitan salir de la casa.

Eugenia: Hicimos una Casa de mujeres que está en el medio de la villa y nos vamos ayudando temporalmente, pero es muy difícil resguardar a una compañera violentada en una casa adentro de la villa porque todo el mundo sabe que está ahí. Igualmente le damos acompañamiento y la compañera sabe que es un lugar al que puede recurrir.

Pero uno de los reclamos que nosotras hacemos es poder tener un equipo interdisciplinario de profesionales que no lo hemos logrado, o sea las compañeras que nos asisten desde una contención psicológica o legal tienen que ver con las redes y con el apoyo mutuo.

Berta: En plena pandemia aumentaron las violencias y muchas mujeres fueron asesinadas, violentadas o maltratadas. Nosotras hemos salido a marchar con todos los cuidados al Ministerio y hemos pedido justicia por cada compañera desaparecida, pero no dan respuesta, hay un total abandono, a nadie le interesa quien muere. Y cuando quieren escapar no pueden: si van a una oficina de Defensoría de la mujer y lo primero que le preguntan es adonde tiene marcado, si tiene una cortadura, si le rompieron un pie. O sea, cuando una pide ayuda primero tienes que mostrarle que te rompió o que te cortó o que te hizo y eso me parece injusto. También por eso sería bueno tener profesionales aquí en nuestro Movimiento.

Laura: también los tiempos que nos ponen porque cuando una mujer sufre la violencia tiene que transcurrir un tiempo para que te tomen la denuncia, después tiene que haber una segunda denuncia para que te tomen el caso y otra para que te den el botón antipánico. Es un proceso muy largo que te ponen para asistir a una mujer violentada y es terrible convivir con tu agresor hasta que te den el botón antipánico.

Eugenia: Nosotras en nuestras marchas tenemos consignas que ponen esto en primer plano: que nuestra lucha es contra el patriarcado y contra el capitalismo; y una de las consignas del año pasado fue: “el ajuste es violencia patriarcal”; lo pusimos porque sabemos que el patriarcado siempre nos está diciendo cual es nuestro lugar como mujeres: de cuidadoras, de olvidadas.

 

Intervienen:

Berta Flores Cáceres

María Benítez

Eusebia Mamani

Noemí Montés Flores

Laura Ramírez

María Eugenia Lara

Entrevista: Laura Pinnola-

Fotos: Asamblea de mujeres FOB MTD Lucha y libertad

Edición: Florencia Puente – Fundación Rosa Luxemburgo

 

Desarrollamos herramientas para reconocernos como mujeres productoras campesinas

El proceso agroproductivo, la propiedad de la tierra y el rol de la mujer

Diana (Neuquén): Acá en líneas generales la producción está centrada en la cría de chivos. Son familias crianceras, transhumantes -que es una práctica particular de esta zona que implica el traslado de los animales de campos de veranada a campos de invernada. Por lo tanto, el tema del territorio y todo lo que tiene que ver con la propiedad de la tierra y los cercamientos está directamente ligado a la actividad productiva. Además de todos los problemas de tierras que tenemos en todo el país (desalojos, cercamientos y demás), aquí se trabaja específicamente en un espacio de articulación para la defensa de los callejones de riego, que es una dificultad cada año para las familias que trasladan a sus animales.

Si bien es una producción que se vincula a los hombres, en la que se ha invisibilizado siempre a las mujeres, nosotras tenemos una activa participación en esta actividad de transhumancia. Y con respecto a la tierra, lamentablemente la situación es de precariedad y tenencia precaria, y hay un enorme porcentaje de tierras fiscales que no se regularizan en el norte neuquino, con un abandono por parte del Estado provincial de no querer regularizar, que afecta a las familias. Las disputas y defensas contra los cercamientos y desalojos han tenido la presencia muy activa de las compañeras.

Luciana (Mendoza): El acceso a la tierra es muy difícil sobre todo para las mujeres. Acá en Mendoza particularmente, incluso siendo nosotras las que salimos a pelear ya sea cuando hay desalojos o para organizar alguna actividad en contra del avance sobre las tierras. Con la producción pasa lo mismo: el otro día me decían “si, los chanchos de tu marido” y si pero las compré yo, las alimento yo… las gallinas, todo lo que tiene que ver con la chacra lo hacemos nosotras.

 

Estrategias feministas frente a la producción y la comercialización

Liliana (Jujuy): En las propuestas productivas y de comercialización que tenemos en todas las organizaciones del MNCI es fundamental la organización: desde formarnos, capacitarnos, mejorar la producción, hasta poder llegar a mercados que individualmente ninguna podría llegar. Las artesanas bajaban de la comunidad de El Moreno en la Puna de Atacama, a Purmamarca: una artesana con los gorritos, los guantes, las medias de su tía, de su prima, de su hermana, bajaba en el colectivo y empezaba a vender y a bajar el precio a medida que pasaba el día e iba teniendo gastos, y a las cinco de la tarde lo terminaba dejando en consignación. O sea, esa vulnerabilidad frente al mercado, ese desamparo, ese estar frente al regateo constante, la falta de valorización, es parte del cotidiano. Entonces, tener una organización entre todas para la venta te cubre porque ponemos los precios y sabes que si vos lo tejiste ese es el precio que se va a cobrar y ese es todo un proceso de revalorización.

Camila (Córdoba): Nosotras en Córdoba hemos tenido otro proceso de revalorización de la producción campesina. Empezamos trabajando el rol productivo de las mujeres, que las compañeras puedan empezar a definirse como productoras. Sino en cualquier ficha que había que llenar ponían “no trabajo” o “soy ama de casa”, por esta invisibilización arraigada de todo el trabajo que tenemos las mujeres.

Las cuestiones reproductivas son las que llevan adelante la casa: limpieza, cuidado, crianza, escuela, reuniones; y a su vez están todas las cuestiones productivas que en la familia campesina que tiene una enorme diversidad: hay gallinas, cabras. En toda esta zona que es mayormente árida y hay muy poca producción hortícola o agrícola, es más bien caprina y de ganado menor. Pero todas las huertas familiares, la producción que es para autoconsumo, la llevan adelante las compañeras. Sin embargo, a la hora de negociar los precios al vender los cabritos, el que lo hace es el varón, entonces reconocernos como mujeres productoras campesinas es darnos herramientas para poder pelearle el precio al cabritero y que puedan reconocer el rol que llevan adelante.

Y después empezamos a pensar una forma de industrializar los productos campesinos como forma de generar recursos económicos y también con la excusa del espacio de mujeres. Entonces se armaron los grupos de dulceras de dulces de fruta y dulces de leche de cabra: a la leche de cabra que las mujeres usaban para darle a otros animales o no la usaban, se le dio todo un desarrollo y un valor en esta región, que abre toda una cuenca láctea de la que las mujeres se benefician con un ingreso extra. Y así fuimos diversificando la producción y pudiendo llegar a más zonas.

 

Las deudas pendientes del Estado: una forma de violencia económica que perpetúa la desigualdad

Camila: Venimos laburando para conseguir las habilitaciones para comercializar, porque es muy difícil tener toda la legalidad y la infraestructura que hace falta para poder habilitar pequeñas industrias que son familiares. El eje está muy fuerte ahora en la cuestión productiva, en valorizar lo que producen nuestras compañeras y en la comercialización. Y lo interesante es que esto no es desde la lógica capitalista de la acumulación.

Liliana (Jujuy): Si, lo costoso que es poner de manera legal todas las pequeñas producciones nos afecta mucho a todos los emprendimientos que proponemos con las mujeres. La falta de una figura legal que nos contenga en lo comercial es una deuda de política pública que es tremenda y es para todo el sector campesino, pero doblemente para los emprendimientos que nos proponemos con las mujeres. Nos pone en una situación de vulnerabilidad tremenda frente al mercado, frente a la comercialización, y es violencia económica del Estado porque no te permite comercializar.

 

Frente al endeudamiento la salida es colectiva

Liliana (Jujuy): Todas las organizaciones del MNCI manejamos Microcréditos a través de la CONAMI (ministerio de desarrollo social de Nación). Por ejemplo, en la Red Puna hay una área que es producción y comercialización que maneja un fondo de microcréditos para la producción primaria o valor agregado a quínoa, miel, cereales para harinas, etc. y nosotras en el área de artesanías otros que son solo para artesanías y mujeres.

Camila (Córdoba): Las familias tienen una producción que es muy diversa justamente porque si un año no vienen bien los cabritos, aunque sea para la subsistencia se pueda echar mano a otra cosa. En nuestra zona que es árida, cuando hay años muy malos que no llueve, suelen ser momentos muy críticos, y a través de la organización hemos ido desarrollando distintas estrategias que tienen que ver con compras comunitarias de alimentos (sobre todo maíz) para poder alimentar a los animales con fondos que manejamos de un crédito interno que nos damos y que los compañeros pueden ir pagando en cuotas. También nos da capacidades para organizarnos y exigir al Estado ayuda para los pequeños productores, porque siempre les llega a los grandes productores. Lo mismo con los incendios ahora fue muy fuerte en esta zona la perdida de animales, de la biodiversidad, el problema de que los pumas se empezaron a comer las cabras porque quedaron sin animales silvestres que comer, y nos organizamos para exigirle al gobierno esas ayudas para poder resolver la crisis del momento.

También, en algunas reuniones hemos intentado un proceso de educación financiera porque muchos compañeros sobre todo en la época de Macri, tomaron los créditos de Anses, que son una herramienta muy tentadora pero después quedan muy endeudados. Entonces trabajar en esa formación de que no tomen esos créditos y ofrecerles la herramienta del microcrédito fue una prioridad.

 

 

Otras deudas de política pública: el reconocimiento real y económico del trabajo de las acompañantes socio-territoriales en violencia de género

Diana (Neuquén): Ahora en tiempos de pandemia hemos encarado un trabajo más focalizado con las colectivas feministas del norte neuquino, que son una muy buena articulación, por ejemplo, para llevar adelante las denuncias de violencia. También hemos acompañado las movilizaciones tras esas denuncias. Pero las tramas de trabajo político más sostenidas en el tiempo, han sufrido interrupciones por la pandemia.

Camila (Córdoba): En 2018 o 2019 se dictó una diplomatura en Córdoba impulsada por la Provincia en conjunto con todas las universidades, donde obtuvieron título todas las acompañantes socio territoriales en violencia de género. Muchas de nuestras compañeras asumieron esas tareas y fuimos generando redes de acompañamiento. Identificar una casa, generar la estrategia para llegar, por ejemplo, con la excusa de llevar un medicamento o semillas para la huerta y poder ir laburando estas situaciones. Y acá son muy pocos los equipos técnicos del Estado que puedan abordar eso. Sumado a que estas compañeras que asumen semejante tarea no tienen una remuneración económica: ni el Estado se las garantiza por más que las haya formado, y la provincia deposita un montón de responsabilidad en estas personas sin ningún reconocimiento. Entonces, ellas tienen que sacar de su bolsillo para ir a visitar a una compañera que está siendo violentada. A veces se promueven y visibilizan políticas públicas que después en los territorios no existen.

 

Intervienen:

Diana Solana: Mesa campesina norte de Neuquén. Comunicadora social. Equipo de feminismo campesino del MNCI Somos Tierra

Camila Recalde. Médica. De Paso Viejo (noroeste de Córdoba) Movimiento campesino de Córdoba, frente de géneros. Equipo de feminismo campesino indígena y popular del MCC

Liliana Martínez. Área artesanías y género de la Red Puna (Jujuy)

Luciana UST Mendoza – área de producción y articulación de mujeres

Entrevista: Laura Pinnola

Fotos: MNCI Somos Tierra

Edición: Florencia Puente – Fundación Rosa Luxemburgo

 

Campaña “Fuera de Registro”

Ficha técnica

  • Autoras: Movimiento Nacional Campesino Indígena – Somos Tierra / UST Campesina y Territorial
  • Fecha: 2020
  • Edición: MNCI-ST / Fundación Rosa Luxemburgo
  • Créditos: Dirección: Camila Bages / Edición: Cristian Orgás /Montaje: Cristian Orgás y Camila Bages. Equipo de trabajo en Córdoba: Diego Ruiz, Pablo Calderón, Santiago Elena, Marco Reyna, Camila Recalde, Natalia Roca y Ludmilla Lorenz. Equipo de trabajo en Mendoza: Giramundo TV. Trabajo en Jujuy: Camila Bages

 

 

 

Estrategias para producir y comercializar desde una perspectiva feminista.

El trabajo y el doble rol productivo de las mujeres en el campo

 

Olga: En el campo para nosotras no hay diferencia en las tareas del hombre y de las mujeres. Estamos haciendo el mismo trabajo a la vez. Yo hablo de la cuestión de los animales: a mí y a muchas mujeres del campo nos pasa eso de tener que estar pendiente de los animales y si los hombres salen vos seguís con la misma tarea. Nosotras dejamos la casa cuando venimos a la cosecha, nos traemos los niños. Hay que mudarse como si no volvieras más a la casa en el sentido que donde vas no te dan nada, solo te dan a veces la casita, algo para parar, pero el resto lo tenés que traer todo vos. Dos meses ya llevamos nosotras acá en la cosecha [dela vid] y no nos queda otra, hay que trabajar para poder llevar una moneda, comida a la casa porque allá no hay mucho de qué generar dinero.

 

 

 

Las tareas de cuidado. Convertir lo personal en colectivo

 

Mariana: Somos las mujeres las que cuidamos los niños para que otras mujeres puedan ir a trabajar. Nosotras lo venimos trabajando dentro de la organización para que los varones también nos ayuden en las tareas de cuidado y que sea más colectivo, pero cuesta un montón. Y esas tareas no se reconocen ni económica ni simbólicamente.

Olga: Esto que nombra Mariana es una de las cosas que me más me costó asumir, porque yo misma no reconocía los trabajos que tenía que hacer todos los días. A mí esto de la pandemia me mató. Antes yo me quedaba porque sentía que no podía salir a explicar, a sentir, a hacer saber lo que yo sentía o lo que quería hacer. Hasta que tomé la decisión: llega un momento que necesitas salir, que te escuchen, compartir con otras chicas y ahí recién empecé a tomar conciencia, pero la pucha tenemos que ser ¡transformarnos en una mujer!, sentirnos dueñas de nuestro cuerpo, de saber, de conocerlo… ahora hay que empezar a ser otra persona.

Verónica: Siempre emociona un poco pensar en el camino que venimos haciendo las mujeres, ¿no? Esto de poder transformar cosas que una sintió que eran “cosas personales”, cuestiones que tenía que arreglar una sola o cosas que la angustiaban desde un lugar muy individual, en problemas colectivos. El encontrarnos, el poder hablar y reconocer que nos merecemos otras cosas, que no está mal cuestionar algunos roles que nos dieron siempre. Porque todas esas cosas siempre han sido vividas desde un lugar de mucha culpa, y estar organizadas a todas nos ha transformado.

 

 

“La marca y la señal”: la propiedad de la tierra y los animales

 

Belén: La propiedad de la tierra es una cuestión muy compleja, no es un problema reciente, hace generaciones que viene pasando que siempre la tierra es ajena; el que siempre vivió en el campo y no tuvo la posibilidad siquiera de estudiar ni hacer una escuela primaria, nunca fue reconocido como dueño, aunque lleve generaciones viviendo ahí.

Y a esto se le suma que, si hay alguien que tiene título de propiedad, generalmente es varón de la familia. Con la propiedad de los animales pasa lo mismo, siempre están a nombre de los varones. Yo conozco muy pocas mujeres que tengan su marca y su señal. Pero siempre, más allá de que este a su nombre, en la familia quien vende, quien cobra, quien gasta o malgasta siempre son los hombres, y las mujeres tienen que estar de la puerta para adentro sin poder tomar decisiones sobre sus animales. Es una cuestión muy fuerte de cultura, que es muy de cambiar en la familia, aunque quizás algunas hayan logrado algo, pero no es la mayoría. Cuando una mujer se casa los padres le entregan los animales al marido, no a ella. Los animales de la majada del padre se los entregan al marido. Entonces muchas veces ahí es donde se pierden derechos.

Mariana: Desde el Estado las políticas públicas reproducen esas violencias porque, por ejemplo, si tenés un número pequeño de animales, no los podés inscribir a tu nombre. Y si las mujeres empezamos a transformar esto, empezamos justamente con un número pequeño, ¿no? También, la no posibilidad del co-registro que es una de las demandas que siempre planteamos nosotras en los registros productivos.

 

Estrategias para producir y comercializar desde una perspectiva feminista

 

Verónica: En los espacios de mujeres valoramos mucho el hacer más allá del volumen de la producción. Nosotras decimos:

“-Olga, ¿cuánto tenés?

-Tengo 15 patay

-Bueno, entonces vendamos los patay” (que es un producto que se hace con algarroba acá en la zona).

No importa si no tengo 150 patay (que sería un volumen para comercializar en los mercados). Esto es una decisión política. Nosotras venimos dando un debate ahora donde poder pensar espacios de comercialización a pequeña y a gran escala y poniendo el eje en la autonomía económica de todas nosotras. Tratamos de hacer una comercialización que no requiera de tener una hectárea de tomates, porque capaz que tengo dos surcos…que sea lo más feminista posible.

 

 

Saberes ancestrales y autogestión como ejes de la autonomía económica

Belén: Una de las cosas buenas que nos pasaron en pandemia fue la idea de poner un local, que salió en asamblea. Las artesanías son una pata bastante importante y no es lo mismo ir a comprar artesanías a un lugar donde se venden todas cosas industrializadas que comprar en un local donde viene directo del productor y que también se pueda contar como se elabora eso. Y un tejido al telar o un tejido al junquillo tienen mucho trabajo y hay un conocimiento ancestral muy importante detrás de cada trabajo. Y lo que ha pasado con el local es que los y las compañeras se han inspirado en volver a hacerlo.

 

 

Ante el avance del monocultivo y el agronegocio, organización desde abajo

 

Flopi: Ya llevamos años de sequía en las lagunas, estamos en una zona de secanos, antes sabia producir un montón, pero con el tema del agua se perdió todo eso. Hace un tiempo empezamos a organizarnos y luchar por la falta de agua en el campo. Producimos en huertas solo para nuestro consumo, y eso se riega con pozos calzados que logramos hacer con la UST y una cisterna que es la que nos mantiene el agua para nuestro consumo. Por suerte hace pocos años se puso la red de agua por ahí, pero la largan un día por semana entonces tenés que tratar de reservar las aguas para que te siga durando. Y las cisternas se comparten entre varias familias.

Olga: Hace años atrás cuando empezamos con el tema del pastoreo de los animales, desde el municipio nos dieron unos créditos para el forraje de los animales. Pero no fue suficiente porque con muy poquito crédito no alcanzábamos a cubrir el resto de los animales entonces no había posibilidad de mantener a todos. Después, logramos hacer a través de la organización un proyecto para poder comprar, sí, bastante forraje a los animales y poder sostener los poquitos que nos han quedado. Pero sí, nosotros nos habíamos metido en un crédito, pero la producción no daba para devolver. Además para cuando nos dieron esos créditos ya era demasiado tarde porque los animales se nos habían ido y la producción con los que nos quedaban no daba para devolver.

 

 

 

La lucha es por políticas públicas con perspectiva feminista y territorial

 

Verónica: Hay un montón de cosas relacionadas con género y violencias que están en la agenda pública y política, pero eso no se está traduciendo en políticas concretas en los territorios. Acá en Mendoza, y en otras provincias, no hay adonde recurrir. O sea las Direcciones de Género, donde existen, no tienen herramientas, no tienen recursos, no hay profesionales o atienden de 8 a 13. Ahora se suma que muchas veces nos dicen que no hay turnos, porque estamos en pandemia.

Y otra cosa que venimos planteando muy fuerte con las promotoras de género es que nos dicen que quieren trabajar con las organizaciones territoriales, pero después no se nos convoca a la hora de pensar la estrategia para implementar una política en el territorio. Nosotras hace 4 o 5 años que nos venimos formando. Si quieren armar algo en el Secano (en Lavalle supongamos o en el Valle de Uco) hay compañeras que pueden aportar, pero no nos convocan. Lo que necesitamos es que el Ministerio de la Mujer nos reconozca y diga bueno acá están las promotoras de esta zona y trabajar con las Direcciones de genero de las provincias y se nos reconozca económicamente esa tarea.

Mariana: Con las políticas públicas lo que pasa es que se piensan desde una mirada homogénea para toda la Argentina, y es muy diferente la realidad en lo rural. La justicia es totalmente inaccesible. Está en algunas cabeceras de departamento con muchísima dificultad: horarios, muchísimos prejuicios, después de hacer la denuncia tenés que ir a la capital de Mendoza. Bueno, ni hablar estas otras formas de violencia económica estructurales que hablamos. El Ministerio de economía no está planteando estas carencias económicas que son centrales. El de Producción mucho menos. Ni hablar del tema de la propiedad privada de la tierra, falta muchísimo en ese sentido.

Acá en Mendoza es muy fuerte el tema del agua. No se puede producir si no tenés el acceso al agua unido a la tierra y justamente la política hacia el sector ha sido de expropiación del agua. Se ha fortalecido hace muchos años el modelo productivo del monocultivo de la vid y es lo que hizo que se expropiara el agua de la zona de Lagunas del Rosario atravesada por los ríos San Juan y Mendoza. Y tanto en San Juan como en Mendoza se priorizo un modelo productivo que se sigue expandiendo de monocultivo de la vid, y también se siguen expandiendo la minería a gran escala; promover este modelo productivo implica el saqueo del agua, sacársela a la agricultura familiar campesina indígena. Peleamos muy fuerte por políticas públicas relacionadas con el agua para frenar las empresas mineras, pero se sigue priorizando ese modelo extractivista.