Bitácora de trabajo YoNoFui

“La justicia que hemos habitado hasta ahora es particularmente violenta porque nos ha expropiado la posibilidad del conflicto”

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YoNoFui es un colectivo transfeminista-anticarcelario integrado por lesbianas, bisexuales, mujeres cis, y no binaries atravesades por el sistema carcelario. Dictan talleres de artes, oficios y comunicación dentro de cárceles federales y provinciales, y en su espacio de trabajo en el barrio de Flores, Ciudad de Buenos Aires, donde además funcionan como cooperativa de trabajo y centro de formación.
Piensan sus resistencias como una construcción en red, en consonancia con otras luchas y movimientos políticos y sociales. En medio de la puesta en marcha de la “Casa Gavilán”, entre lijas y pinceles, nos comparten reflexiones sobre las diferentes dimensiones que asume la violencia en su cotidiano.

La intemperie

 

Quienes estuvieron privadas de libertad y/o en situación de calle, enfrentan una situación de vulnerabilidad económica y social, previa a esta condición, viviendo por largos períodos de manera precaria, con escaso o nulo acceso a educación, salud, vivienda o a un trabajo. Esta situación de vulnerabilidad se ve acrecentada y violentada tras años de encierro bajo las lógicas del sistema penitenciario, o de vivir a la intemperie sufriendo la constante violencia social e institucional, que no sólo agudiza los niveles de violencia a los que son expuestas, sino que además rompe los lazos, los vínculos afectivos que tenían antes de ingresar a un penal o a vivir en la calle. Un porcentaje importante de estas mujeres están a cargo de los hogares y en muchos casos además de ocuparse de la manutención y crianza de sus hijxs, tienen a cargo nietxs, personas de mayor edad y/o personas con diversidad funcional.

 

En relación a la situación laboral, las mujeres que están por encima de los 40 años han transitado por experiencias personales vinculadas al trabajo precario e informal y con trayectorias educativas o formativas muy débiles. Y en el caso de las mujeres por debajo de esta franja etárea la mayoría nunca han trabajado, o han trabajado ocasionalmente y/o por períodos breves e intermitentes, y aún muchas de ellas han mencionado, que tampoco sus xadres han tenido trabajo sostenidamente y que muchxs vivían de las “changuitas” que conseguían. Resulta importante remarcar que en Argentina, el 60 % de las mujeres están privadas de libertad por delitos primarios vinculados al narco-menudeo o venta de droga tipo “quiosquito”, este tipo de delito es vivenciado como una fuente de trabajo y subsistencia. Tanto para estas mujeres como para las compañeras trans y travestis lo que se vive es una situación de vulneración y exclusión estructural, las posibilidades de insertarse en el mercado laboral formal son muy bajas -hecho que se incrementa si tienen antecedentes penales y/o si son extranjeras, tengan o no sus papeles en regla. Este crecimiento se debe a la persecución que se dió bajo el pretexto de combatir la “guerra contra las drogas”, argumento que hizo que compañeras que están en la venta minoritaria de estupefacientes terminen detenidas. Hay una decisión política en la persecución a estas compañeras mientras que las personas responsables de manejar este negocio jamás van a ser perseguidas.  

 

 

Reproducción material de la vida

 

La detención de estas mujeres tiene un impacto muy fuerte sobre quienes recae su cuidado, porque básicamente no hay quien lleve un plato de comida a la mesa. La mayoría de ellas, aún detenidas, sigue creando estrategias para poder sostener materialmente a su grupo familiar desde el encierro. Pero lo cierto es que es muy poco lo que pueden cubrir teniendo en cuenta los pequeños montos que quedan disponibles de su peculio, esto en el caso del Sistema Federal donde un porcentaje de las personas privadas de libertad accede trabajo. La  mayor parte de la población suele recurrir a una herramienta legal que es solicitarle al Juzgado la “liberación” del fondo de reserva (el porcentaje de dinero correspondiente a tu trabajo que te entregan cuando salís) para poder disponer de él y autorizar a un familiar a retirarlo. En el caso de quienes trabajan en las cárceles del Sistema Provincial esto es directamente impensable,  ya que es irrisorio lo que pueden llegar a percibir por mes.

Tanto en el Sistema Penitenciario Federal como en el Provincial, el trabajo se transforma en una práctica para disciplinar los cuerpos, ya que cumplir con esa premisa influye en la calificación trimestral (conducta y concepto) con la que se expide el servicio criminológico en un informe a tu Juez. Pero no se analizan del mismo modo las condiciones en las que se realizan las tareas (falta de elementos de protección, ausencia de políticas de cuidado y asepsia, etc.) y las situaciones que derivan en precarización laboral desde el mismo estado, que debería ejercer mecanismos de control contra estas prácticas.

 

Espalda con espalda

El contexto actual de pandemia produjo una eclosión en nuestras vidas, se profundizaron aún más las condiciones nefastas de habitabilidad dentro y fuera de las cárceles, poniendo de manifiesto la ausencia de políticas públicas que tuvieran injerencia en las vidas de las mujeres y personas travestis/trans alojades en unidades penitenciarias, en arresto domiciliario y también liberades, que hasta ese momento intentaban sobrevivir la debacle económica con trabajos precarizados. Los familiares de nuestrxs compañerxs privades de libertad en penales se vieron imposibilitadxs de acercar alimentos y productos de higiene durante el contexto de emergencia sanitaria ya que se interrumpieron las visitas. Situación que se vivió subjetiva y colectivamente con mucha angustia, bronca e incertidumbre. Esta gran dificultad se sumó a las insuficientes medidas de cuidado que desde el estado se demoraron en implementar dentro de las unidades penitenciarias. La sanitización y los protocolos estaban en la letra muerta de las disposiciones, pero no existieron dinámicas concretas que las cumplieran en tiempo y forma. El personal del Servicio Penitenciario entraba constantemente a los pabellones sin barbijos y sin que se tomaran medidas necesarias para prevenir la propagación de COVID 19; una vez que el virus entró se produjeron reclamos masivos a lo largo y ancho del país; la respuesta de las fuerzas de seguridad fueron tiros, traslados arbitrarios, represión, tortura, muertes y quema de centros universitarios.

En el transcurso de estos meses intensificamos la labor de nuestro grupo al que llamamos: Segundeo. Este tiene base en los cuidados colectivos, en el apoyo mutuo y en el cuerpo a cuerpo de estar ahí cuando nos necesitamos. Si bien, el eje de nuestra práctica no es el asistencialismo, durante la pandemia y teniendo en cuenta la gran necesidad de nuestres compañeres, además de continuar con los talleres de manera virtual, hicimos pedidos de donaciones a través de distintos canales de comunicación. Esto nos permitió reunir grandes cantidades de alimentos, pañales, elementos de higiene y productos de primera necesidad.  Un modo que encontramos, de visibilizar esta ofensiva, fue hacer libros compuestos por voces de personas que habitan los conflictos, donde ninguna voz es impuesta por encima de estas. Estos libros son memorias de distintas luchas y disputas que sirven para dejar asentado en la historia, distintas problemáticas que nos atraviesan y nos preocupan. Estamos creando una memoria para que tenga impactos en el futuro al que estamos dando forma ahora de modo urgente.

 

 

La economía del castigo

 

La economía del castigo es uno de los modos de violencia que más nos preocupa e interpela. Nos preocupa porque recayó sobre nuestros cuerpos y sigue recayendo sobre el cuerpo de nuestrxs compañerxs, pero también porque esta economía se va renovando y actualizando. El encargado de gestionar esta economía es el aparato de justicia, una justicia que nos interesa cuestionar, arriesgándonos a pensar/crear otros modos o justicias. Es LA justicia lo que configura nuestros modos de estar en común y de convivir. La justicia que hemos habitado hasta ahora es particularmente violenta porque nos ha expropiado la posibilidad del conflicto, ha creado buenos guiones para las víctimas y los victimarios y dejó de lado la implicancia comunitaria, ¿Quiénes son las víctimas y quiénes lxs victimarios? ¿hay tal cosa como víctimas y victimarios? La hiper-individualización de los conflictos es el correlato de una justicia neoliberal, basta con ver los regímenes en la cual fue cercada y encorsetada. La justicia es violenta porque juzga a las personas por un acontecimiento específico y no tiene en cuenta las trayectorias de vida que hicieron que alguien atraviese determinadas situaciones. Es violenta porque la respuesta a la multicausalidad de los “delitos”  es encerrar a las personas en centros de tortura. Es violenta porque tus antecedentes penales te persiguen durante 10 años una vez concluida la pena y te arroja a la calle sin ninguna posibilidad de rearmar tu tejido, sometida a trabajos precarizados. Es violenta porque no te deja más opción que endeudarte para poder sostener una vida vivible.

 

Hablan de reinserción y eso es una mentira. No existe tal cosa con una sociedad que te dejó afuera de cualquier posibilidad, mucho antes de la cárcel por la que transitaste, y que no te reconoce como parte de sí misma. El estado monopoliza las violencias y es el brazo ejecutor de las mismas. El estado decide cuáles violencias son aplicables y cuáles son punibles. En fin, nos queda claro por qué las cárceles no tienen que existir, porque sus violencias son las que coartan todo tipo de flujo vital.

 

 

Entramarnos para respirar 

 

Durante la emergencia sanitaria nos fuimos entrelazando en las distintas luchas que cruzan nuestras vidas y los territorios. Participamos activamente junto a otras organizaciones en el proceso asambleario feminista de la recuperación de tierras en Guernica que comenzaba a proponer espacios de autocuidado, como un comedor, postas de salud e incluso apoyo escolar para les niñes.

Iniciamos un diálogo, junto al proyecto Reunión, entre las experiencias de quienes habitaban el predio. Realizamos una escucha atenta de las voces de lxs habitantes, y esa escucha no fue pasiva porque nosotrxs no llegamos allí sólo a empezar ese diálogo y dejarlo ahí, sino que nos fuimos mezclando, mixturando con sus experiencias donde había familias enteras, bebés y niñes politizando la  intemperie, bancando la toma; esa intemperie nos  llevaba una y otra vez a repensar los múltiples encierros que habitamos en el medio libre.

Las violencias se repiten pero la resistencia de nuestros cuerpos, la supervivencia que nos invita a organizarnos también. En medio de este contexto, asumimos la tarea de acompañarnos y cuidarnos mutuamente de diversas formas. Consideramos que en estos momentos de emergencia se ha activado toda nuestra potencialidad en la búsqueda de estrategias para pensarnos en comunidad y luchar colectivamente. YoNoFui es nuestra revancha.

 

Entrevista: Laura Pinnola

Fotos: YonoFui

Edición: Florencia Puente – Fundación Rosa Luxemburgo