El proceso agroproductivo, la propiedad de la tierra y el rol de la mujer
Diana (Neuquén): Acá en líneas generales la producción está centrada en la cría de chivos. Son familias crianceras, transhumantes -que es una práctica particular de esta zona que implica el traslado de los animales de campos de veranada a campos de invernada. Por lo tanto, el tema del territorio y todo lo que tiene que ver con la propiedad de la tierra y los cercamientos está directamente ligado a la actividad productiva. Además de todos los problemas de tierras que tenemos en todo el país (desalojos, cercamientos y demás), aquí se trabaja específicamente en un espacio de articulación para la defensa de los callejones de riego, que es una dificultad cada año para las familias que trasladan a sus animales.
Si bien es una producción que se vincula a los hombres, en la que se ha invisibilizado siempre a las mujeres, nosotras tenemos una activa participación en esta actividad de transhumancia. Y con respecto a la tierra, lamentablemente la situación es de precariedad y tenencia precaria, y hay un enorme porcentaje de tierras fiscales que no se regularizan en el norte neuquino, con un abandono por parte del Estado provincial de no querer regularizar, que afecta a las familias. Las disputas y defensas contra los cercamientos y desalojos han tenido la presencia muy activa de las compañeras.
Luciana (Mendoza): El acceso a la tierra es muy difícil sobre todo para las mujeres. Acá en Mendoza particularmente, incluso siendo nosotras las que salimos a pelear ya sea cuando hay desalojos o para organizar alguna actividad en contra del avance sobre las tierras. Con la producción pasa lo mismo: el otro día me decían “si, los chanchos de tu marido” y si pero las compré yo, las alimento yo… las gallinas, todo lo que tiene que ver con la chacra lo hacemos nosotras.
Estrategias feministas frente a la producción y la comercialización
Liliana (Jujuy): En las propuestas productivas y de comercialización que tenemos en todas las organizaciones del MNCI es fundamental la organización: desde formarnos, capacitarnos, mejorar la producción, hasta poder llegar a mercados que individualmente ninguna podría llegar. Las artesanas bajaban de la comunidad de El Moreno en la Puna de Atacama, a Purmamarca: una artesana con los gorritos, los guantes, las medias de su tía, de su prima, de su hermana, bajaba en el colectivo y empezaba a vender y a bajar el precio a medida que pasaba el día e iba teniendo gastos, y a las cinco de la tarde lo terminaba dejando en consignación. O sea, esa vulnerabilidad frente al mercado, ese desamparo, ese estar frente al regateo constante, la falta de valorización, es parte del cotidiano. Entonces, tener una organización entre todas para la venta te cubre porque ponemos los precios y sabes que si vos lo tejiste ese es el precio que se va a cobrar y ese es todo un proceso de revalorización.
Camila (Córdoba): Nosotras en Córdoba hemos tenido otro proceso de revalorización de la producción campesina. Empezamos trabajando el rol productivo de las mujeres, que las compañeras puedan empezar a definirse como productoras. Sino en cualquier ficha que había que llenar ponían “no trabajo” o “soy ama de casa”, por esta invisibilización arraigada de todo el trabajo que tenemos las mujeres.
Las cuestiones reproductivas son las que llevan adelante la casa: limpieza, cuidado, crianza, escuela, reuniones; y a su vez están todas las cuestiones productivas que en la familia campesina que tiene una enorme diversidad: hay gallinas, cabras. En toda esta zona que es mayormente árida y hay muy poca producción hortícola o agrícola, es más bien caprina y de ganado menor. Pero todas las huertas familiares, la producción que es para autoconsumo, la llevan adelante las compañeras. Sin embargo, a la hora de negociar los precios al vender los cabritos, el que lo hace es el varón, entonces reconocernos como mujeres productoras campesinas es darnos herramientas para poder pelearle el precio al cabritero y que puedan reconocer el rol que llevan adelante.
Y después empezamos a pensar una forma de industrializar los productos campesinos como forma de generar recursos económicos y también con la excusa del espacio de mujeres. Entonces se armaron los grupos de dulceras de dulces de fruta y dulces de leche de cabra: a la leche de cabra que las mujeres usaban para darle a otros animales o no la usaban, se le dio todo un desarrollo y un valor en esta región, que abre toda una cuenca láctea de la que las mujeres se benefician con un ingreso extra. Y así fuimos diversificando la producción y pudiendo llegar a más zonas.
Las deudas pendientes del Estado: una forma de violencia económica que perpetúa la desigualdad
Camila: Venimos laburando para conseguir las habilitaciones para comercializar, porque es muy difícil tener toda la legalidad y la infraestructura que hace falta para poder habilitar pequeñas industrias que son familiares. El eje está muy fuerte ahora en la cuestión productiva, en valorizar lo que producen nuestras compañeras y en la comercialización. Y lo interesante es que esto no es desde la lógica capitalista de la acumulación.
Liliana (Jujuy): Si, lo costoso que es poner de manera legal todas las pequeñas producciones nos afecta mucho a todos los emprendimientos que proponemos con las mujeres. La falta de una figura legal que nos contenga en lo comercial es una deuda de política pública que es tremenda y es para todo el sector campesino, pero doblemente para los emprendimientos que nos proponemos con las mujeres. Nos pone en una situación de vulnerabilidad tremenda frente al mercado, frente a la comercialización, y es violencia económica del Estado porque no te permite comercializar.
Frente al endeudamiento la salida es colectiva
Liliana (Jujuy): Todas las organizaciones del MNCI manejamos Microcréditos a través de la CONAMI (ministerio de desarrollo social de Nación). Por ejemplo, en la Red Puna hay una área que es producción y comercialización que maneja un fondo de microcréditos para la producción primaria o valor agregado a quínoa, miel, cereales para harinas, etc. y nosotras en el área de artesanías otros que son solo para artesanías y mujeres.
Camila (Córdoba): Las familias tienen una producción que es muy diversa justamente porque si un año no vienen bien los cabritos, aunque sea para la subsistencia se pueda echar mano a otra cosa. En nuestra zona que es árida, cuando hay años muy malos que no llueve, suelen ser momentos muy críticos, y a través de la organización hemos ido desarrollando distintas estrategias que tienen que ver con compras comunitarias de alimentos (sobre todo maíz) para poder alimentar a los animales con fondos que manejamos de un crédito interno que nos damos y que los compañeros pueden ir pagando en cuotas. También nos da capacidades para organizarnos y exigir al Estado ayuda para los pequeños productores, porque siempre les llega a los grandes productores. Lo mismo con los incendios ahora fue muy fuerte en esta zona la perdida de animales, de la biodiversidad, el problema de que los pumas se empezaron a comer las cabras porque quedaron sin animales silvestres que comer, y nos organizamos para exigirle al gobierno esas ayudas para poder resolver la crisis del momento.
También, en algunas reuniones hemos intentado un proceso de educación financiera porque muchos compañeros sobre todo en la época de Macri, tomaron los créditos de Anses, que son una herramienta muy tentadora pero después quedan muy endeudados. Entonces trabajar en esa formación de que no tomen esos créditos y ofrecerles la herramienta del microcrédito fue una prioridad.
Otras deudas de política pública: el reconocimiento real y económico del trabajo de las acompañantes socio-territoriales en violencia de género
Diana (Neuquén): Ahora en tiempos de pandemia hemos encarado un trabajo más focalizado con las colectivas feministas del norte neuquino, que son una muy buena articulación, por ejemplo, para llevar adelante las denuncias de violencia. También hemos acompañado las movilizaciones tras esas denuncias. Pero las tramas de trabajo político más sostenidas en el tiempo, han sufrido interrupciones por la pandemia.
Camila (Córdoba): En 2018 o 2019 se dictó una diplomatura en Córdoba impulsada por la Provincia en conjunto con todas las universidades, donde obtuvieron título todas las acompañantes socio territoriales en violencia de género. Muchas de nuestras compañeras asumieron esas tareas y fuimos generando redes de acompañamiento. Identificar una casa, generar la estrategia para llegar, por ejemplo, con la excusa de llevar un medicamento o semillas para la huerta y poder ir laburando estas situaciones. Y acá son muy pocos los equipos técnicos del Estado que puedan abordar eso. Sumado a que estas compañeras que asumen semejante tarea no tienen una remuneración económica: ni el Estado se las garantiza por más que las haya formado, y la provincia deposita un montón de responsabilidad en estas personas sin ningún reconocimiento. Entonces, ellas tienen que sacar de su bolsillo para ir a visitar a una compañera que está siendo violentada. A veces se promueven y visibilizan políticas públicas que después en los territorios no existen.
Intervienen:
Diana Solana: Mesa campesina norte de Neuquén. Comunicadora social. Equipo de feminismo campesino del MNCI Somos Tierra
Camila Recalde. Médica. De Paso Viejo (noroeste de Córdoba) Movimiento campesino de Córdoba, frente de géneros. Equipo de feminismo campesino indígena y popular del MCC
Liliana Martínez. Área artesanías y género de la Red Puna (Jujuy)
Luciana UST Mendoza – área de producción y articulación de mujeres
Entrevista: Laura Pinnola
Fotos: MNCI Somos Tierra
Edición: Florencia Puente – Fundación Rosa Luxemburgo