Travas en pandemia
Diálogo de Claudia Korol con Alma Fernández
¿Cómo viviste la pandemia? ¿Qué significa en tu vida y en la vida de las travas?
¿Qué significó la pandemia para mí? Nunca pensé que me podía pasar eso de estar en pandemia, y lo que me enseñó es poder generar el hábito de ahorrar. La pandemia nos enseñó a las travas que tenemos que saber ahorrar. Y a la vez pienso cómo vas a ahorrar, si vivís el día a día desde la prostitución. Lo digo desde la perspectiva de mi edad, 36 años.
Desde mi edad, la pandemia fue dura para vivir de la prostitución, entendiendo que la prostitución es una máquina picadora de carne que clasifica a los cuerpos, que la que tiene 36 años no trabaja igual que la que tiene 18. Entonces yo creo que entre todo lo que tenemos que aprender, tenemos que aprender el hábito de ahorrar, de resguardarnos. También me enseñó a organizarme, a organizar la ayuda, a dar la discusión de esa ayuda. Porque también estaba cansada de los seis productos que te dan desde el Estado o desde los partidos políticos, y que siempre terminan siendo lentejas, porotos, fideos, arroz, azúcar, yerba.
Pienso desde mi pobreza ¿cómo van a crecer las generaciones de los barrios, los pibes y las pibas de los barrios, con esa alimentación? ¿Qué capacidad intelectual pueden tener?
La pandemia también me sirvió para eso. A dar la discusión, y a todos y todas las que querían que nos sumemos a llevar mercaderías y alimentos a los barrios, me enseñó a decirles: “bueno, yo quiero que vos me des lo que vos comés”. Me enseñó a organizar un poco más la pandemia. Y a la vez, me mató desde lo afectivo y lo personal, porque se me murieron cinco familiares de COVID. Entonces la pandemia me vino a enseñar a extremar los cuidados, a cuidarme, y a darme cuenta que también estoy sola.
¿Qué diferencias ves en cómo afectó la pandemia a las travas, respecto a otros grupos empobrecidos de mujeres y disidencias sexuales?
A la comunidad trava le afectó la pandemia, en el sentido de no poder pagar un techo, y a las mujeres pobres que viven en casas alquiladas también. La pandemia fue cruel y dura, en el sentido que no pudieron llegar a pagar el alquiler, muchas fueron desalojadas. Una cosa en ese sentido que me enseñó la pandemia, fue la migración de las compañeras travestis y trans a las barriadas, a los barrios populares como la villa 31. Muchas compañeras que no querían generar más deudas en los lugares donde vivían, se fueron a vivir a la Villa 31, y empezaron una nueva vida, habitando un nuevo espacio, del que muchas veces quizás por prejuicios huían o no se acercaban.
Investigando descubrí que 7 de cada 10 personas heterosexuales en esta ciudad, no iban a poder pagar el alquiler, pero si ese conteo lo hacemos con las travestis, 10 de cada 10 travestis no iban a poder sostener ese alquiler en la pandemia. Me impactó eso, y ver el crecimiento de las compañeras en las villas, en las barriadas, a modo de escapar o de sobrevivir a la pandemia, y hoy como siempre el cuerpo travesti habitando espacios, y siempre solos, solas.
¿Qué es lo que posibilitó que encontraran lugar en las villas? ¿Qué respuesta hubo de la población de la villa?
Por ejemplo, ya es vox populi, decir que la villa 31 es un barrio trava friendly, es un barrio amigable para las travas. Yo creo que lo que facilitó la llegada de las travas a las barriadas de la ciudad, justamente tuvo que ver con que se paga menos, y que hay un montón de gente que te ve sola y que te alquila, porque una trava no tiene hijos, no tiene a nadie, entonces le es funcional a los que alquilan. Y también hay una red de muchas mujeres que acompañan, y que quieren mucho a las travas.
Es un barrio amigable, y todas tenemos una amiga que ya vive en el barrio, entonces les hace más fácil la llegada, y siempre hay una pieza disponible. También las mujeres solteras, en este momento en que el mundo se paró, las mujeres, las lesbianas, las travas solteras no pudieron sostener el lugar donde vivían, y encontraron un lugar en la villa. Ahora ves a todas viviendo, confrontando en el mismo espacio.
¿Qué produjo en cambios organizativos de las travas?
Se produjeron cambios. Por ejemplo, creamos la casita de Diana y Lohana en la villa. Compañeras de la diversidad trans villera, también se acercaron para amontonarnos, para crear esa red, para poder asistirnos unas a las otras. Yo creo que la mayor organización que se dio, quizás, fue latinoamericana, fue esa otredad. Como cuando los españoles invadieron este continente. El ejemplo de las comunidades indígenas, como los incas que no guardaron oro sino guardaron comida. Las travas nos juntamos todas, no para dar la discusión política, pero sí para armar ollas populares, para comer entre todas juntas. Esa también es una forma de organización. Fue lo más lindo que me pasó en ese sentido, ver que las compañeras saben y entienden que tienen que organizarse, para comer ellas y las otras. Estuvo bueno eso. Y también imagínate que nuestro colectivo es individualista. Esta vez en la villa eso no pasó. También en La Matanza, las compañeras se juntaron y decidieron ir al Municipio y reclamar alimentos, como lo reclama cualquier persona cis, heterosexual.
¿Cómo se entraman en este contexto el amor, la amistad, los afectos?
En este contexto, el amor pasó a ser que te sobra una papa, y que se la des a la que tenés al lado. Y eso muchas veces fue más allá de lo trans, o de lo lgtb. Porque también las travas tenemos un don, o un corazón, más allá de toda la opresión que pasamos. Lo que se entramó es eso, entender que estamos en una situación en la que todas la estábamos pasando mal, todas necesitábamos sobrevivir, y que ese sobrevivir tenía que ser colectivo.
¿Cuáles son los cambios para las compañeras que viven de la prostitución?
Cuando empezó a liberarse un poco el tema del aislamiento social y obligatorio, las travas empezaron a armar sus propios protocolos, y de pronto veías a las travas en las zonas rojas, llenas de bolsas de plástico, paradas en bombachas y corpiños, aprendiendo a usar y a aplicar el uso del barbijo, a manejar el alcohol en gel, entendiendo la posición en que tenían que brindar el trabajo sexual, y a la vez renegando por tener que estar paradas prostituyéndose en este contexto. Me parece que esto también sirvió para entender que es hora de buscar otra cosa, de avanzar, de crear otras formas de sobrevivir.
¿Tuvieron dificultades con la policía?
Sí, es verdad. En las zonas rojas, en los primeros días, cuando las travas empezaron a aparecer en los bosques de Palermo, la policía les decía que se vayan, que no podían estar paradas. En muchos lugares hubo esa cuestión del aprovechamiento y la ignorancia. Creían que las travas no sabían que no podían salir, y muchos policías quería cobrar y aprovechar. La pandemia fue una buena excusa para sacar de muchas esquinas a las travas por parte de las fuerzas policiales, o correrlas, o delimitar el trabajo sexual que ejercen las compañeras ahí. Tipo en determinado horario pueden salir, en otros horarios no podían estar. Fue un poco triste, pero ahora, pasado el tiempo, desde que murió Maradona eso se cayó. Antes las zonas rojas estaban vacías, y tampoco los clientes iban. Los clientes no iban a las zonas rojas porque justamente tenían miedo
Vos decías que estuviste pensando en alternativas a la prostitución. ¿Pensaste en qué significa la prostitución en momentos como éste?
Sí, yo todo el tiempo pienso en qué implica este contexto de pandemia, cómo repercute en la prostitución. Y no puedo dejar de pensar que el aislamiento social es un privilegio de clase, cuando hablamos de las travas, si la prostitución sigue siendo la única opción para la mayoría de las travas. Encima tenemos un decreto que sacó el presidente de cupo trans, que habla de idoneidad. ¿Quién define la idoneidad? Esa idoneidad es heterosexual. No puede ser que el Estado ahora repare tantos años de maltrato y de exclusión, diciendo que todas las personas tienen que ser idóneas para ocupar un cargo público. ¿Qué oportunidad les dieron a las travestis y trans de este país para que puedan ser idóneas? A mí me parece que la pandemia, el aislamiento social, es un privilegio de clase, y también me parece que las travas, al ver tantos impedimentos, tantos requerimientos, tantas cosas, terminan viendo otra vez como opción la prostitución.
¿Cómo se expresó la pandemia para vos y para la comunidad travesti en los temas de la salud?
Yo creo que sin pandemia el colectivo trans no se acercaba tanto a los hospitales, y con pandemia mucho menos. Las compañeras todavía tienen miedo de ir a hacerse un estudio. Porque la salud y la economía van de la mano. ¿Qué hacés si te hacés el test y tenés que aislarte 14 días? ¿Cómo hacés económicamente? Los hospitales, los centros de salud, las salitas, son lugares que evitamos. Pero no es la excepción. Muchas veces nos pasó que cuando se nos murió una compañera de la villa, fue al hospital cuando ya estaba en las últimas. No querían ir al hospital, porque sentían que no la iban a recibir, y terminaron muriendo en el hospital porque ya era tarde.
La policía criminaliza al colectivo travesti trans acusándolo de tráfico de drogas, de narcomenudeo. Toda una estigmatización que hacen las fuerzas represivas contra el colectivo travesti. ¿Cómo se expresó esto en la pandemia?
En este contexto de pandemia la represión policial recrudeció. Lo mismo el armado de causas. Con pandemia o sin pandemia se siguió llevando presas a las compañeras por narcomenudeo. Los fiscales y los jueces te secuestran el teléfono, y te piden investigar las últimas 75 horas de la persona. Todo eso sigue desde antes de la pandemia. Todo se paró, pero eso sigue. Y las compañeras salían a prostituirse para pagar donde viven. No estoy justificando ni haciendo apología de eso, sino entendiendo cómo son problemas estructurales.
Cuando fuiste a Tucumán, durante la pandemia, ¿qué diferencias notás respecto a la situación en CABA y Gran Buenos Aires?
Sí, allá las compañeras están peor. Nosotras vivimos en la ciudad más rica del país. Allá las compañeras no tenían nada, no se cuidaban, no hicieron el aislamiento, tenían que salir a trabajar, tuvieron que salir a juntar para parar la olla. Olvidadas, abandonadas, las compañeras no tuvieron ayuda de ninguna organización social. Los planes sociales no llegaron. Encima el COVID llegó al norte del país más tarde, casi a los tres meses que estábamos acá en aislamiento, y agarró a todas y a todes más cansades. Las compañeras estaban desesperadas. Recibí llamados de muchas compañeras, pedidos de que las anoten en algo. Pero también eso: las compañeras travestis trans te llaman en la desesperación, y esas cosas no se resuelven en la urgencia, tardan un montón. Eso hizo que las compañeras vuelvan a salir, y no tuviera un cuidado, y muchas terminaron contagiadas.
Ustedes crearon en la villa La Casa de Diana y Lohana. ¿Cuál es el proyecto con la casa?
La casa de Diana y Lohana es un espacio de acompañamiento, ayuda comunitaria, y atención contra las adicciones. Nuestra idea en principio es llegar al barrio, y asistir con el tema alimentos, pero ahora estamos haciendo talleres, cursos, para que las compañeras travestis, trans, lesbianas, mujeres, encuentren un espacio para organizarnos desde la villa, para lograr cosas. En estos días nos van a entregar una casa, y vamos a empezar a pensarnos desde el barrio. Así también buscamos integrar a las compañeras travestis y trans a lo que es el armado social y comunitario de la villa, porque las travestis no intervienen en las decisiones políticas del barrio.
Está bueno darnos esa oportunidad y disputar esos espacios, ocupar esos espacios. Estoy muy feliz con eso. La finalidad fue una acción, un servicio comunitario, y terminamos volviéndonos una familia, porque nos encontramos un montón de personas que se sentían solas, y estaban resistiendo solas. Estuvo muy bueno. Fue lo mejor que me pasó. Haberme sumado a armar eso.
Coincidió en el 2020 con el acceso de distintas referentes travestis y trans a espacios de gobierno. ¿Eso tiene un impacto en su vida?
Yo celebro que hayan entrado muchas compañeras travestis y trans a distintos espacios de poder en el gobierno, pero las travas dentro del Frente de Todos, seguimos siendo la periferia. No vimos a gente del barrio ocupando cargos. No vimos a Ramona, no vimos a Alma en esos lugares. (¡Yo me hago autorreferencia!). Vimos a compañeras académicas, que están lejos de la comunidad. Vimos a las amigas de las funcionarias formando los equipos. Pero las que realmente resisten, las que están en el kilómetro 29, las que están en González Catán, en Laferrere, la verdad es que siguen en la misma. Cuando te dicen que es con todos, yo no lo creo. No es con todos. No estamos todos y todas.
¿Qué pasó con tu escritura en tiempos de pandemia?
La escritura se me volvió sensible, se me volvió alegre, por momentos se me puso en crisis, pero lo que nunca dejó es de brillar, nunca dejó de gustarme. Tengo muchas cosas guardadas en el corazón, que las tengo que volcar, que escribir. Se me quemó una computadora con muchos escritos, y estoy volviéndolos a hacer, porque me los acuerdo, pero tengo que organizarme, ayudar a organizar, y a la vez encontrar un lugar para poder escribir y transcribir todas esas vivencias que fue sobrevivir a la pandemia.
¿Cuáles son tus sueños en este momento?
Mis sueños en este momento es que todas seamos felices, pudiendo lograr que mi comunidad, mi colectivo sea feliz. Y en lo personal tener mi casa, superar la expectativa de vida, y hacer llegar las voces que faltan. Hacer escuchar a todas las que no tienen voz.
Las cárceles en tiempos de pandemia. Situación de mujeres, travestis, trans presas
Diálogo de Claudia Korol con Alcira Daroqui
Alcira Daroqui es una conocedora en profundidad del mundo carcelario. Socióloga, investigadora de Sociología del Castigo y del Sistema Penal, Directora del Grupo de Estudios sobre Sistema Penal y Derechos Humanos del Instituto Gino Germani de la UBA, fue una de las impulsoras activas para que el programa UBA XXII llegara a la cárcel de mujeres de Ezeiza. Durante 16 años, fue también coordinadora de la Carrera de Sociología en ese programa.
¿Qué es desde tu perspectiva la cárcel?
La cárcel es la pena moderna -desde hace 300 años-, a partir de lo que podemos llamar el despliegue del Estado Moderno. El capitalismo crea la cárcel como espacio de castigo. La cárcel es una maquinaria política del orden social dominante, un espacio de producción de sufrimiento y de dolor. Se “justificó” a partir del siglo XIX y buena parte del siglo XX, en nombre de la resocialización de aquellos que habían roto el pacto social. En realidad, quienes van a la cárcel son aquellos que son seleccionados por el sistema penal con una persecución selectiva, discrecional y arbitraria sobre los sectores más desposeídos. Es una forma del gobierno de la pobreza. Quienes están en la cárcel, en su gran mayoría, lo están por delitos de bajo impacto, lesivo y dañoso, salvo algunas excepciones, que son los delitos vinculados a la integridad física. En los últimos 50 años se desenmascara que la cárcel no resocializa, ni reeduca, sino que es una maquinaria de producción de delincuencia y violencia por parte del Estado, y de una fuerte degradación de las personas que viven allí.
En las cárceles de Argentina se violan sistemáticamente los derechos humanos, ayer, hoy y mañana, desde la violencia directa física, la moral, la simbólica, la violencia económica, produciendo falta y escasez, que es una forma de gobierno, en donde se rompen las relaciones de solidaridad, con la falta de comida, de elementos de limpieza, de colchones, de mantas, de asistencia a la salud, falta de remedios, producción permanente de incertidumbre, que es una de las peores violencias. La incertidumbre en relación a su causa, si va a seguir sufriendo esa cárcel u otra, si le dejarán ingresar a la visita. La gente que está ahí, pobre en su mayoría, debe no solo garantizarse la sobrevivencia, sino además preservar su integridad física, porque siempre está en juego vivir o morir en la cárcel.
¿Quiénes habitan las cárceles en Argentina?
En los últimos diez años se ha incrementado muchísimo la población carcelaria en la Argentina. Desde el 2013 nosotros estamos registrando el crecimiento de la población, y en los últimos años de Macri, ese crecimiento fue exponencial. Lo que tenemos ahora son alrededor de 100.000 personas presas en Argentina, en distintos dispositivos, no solamente carcelarios.
En todo el sistema federal hay alrededor de 12800 presos y presas. De ellos hay 1300 personas con menos de tres años de condena, por delitos muy leves. Hay gente que está por cumplir las condenas, o tienen pasadas las libertades asistidas, y pasadas las libertades condicionales. Sumada a la cantidad de presos y presas en prisiones preventivas, con presunción de inocencia. En el caso de los varones es el 50% en el país. En el Sistema Federal, casi el 70% de las mujeres estan en carácter de procesadas, en prisión preventiva. Toda esa gente no debería estar en la cárcel.
¿Cuál es la situación de las cárceles de mujeres?
Las mujeres son aproximadamente el 10% de la población carcelaria. En los 90 las mujeres y trans eran una cifra muy poco representativa en cuanto a personas encarceladas. A partir de los 90, desde la sanción de la Ley de Drogas 23737, y simultáneamente cuando la mujer sale al mercado de trabajo a partir de la irrupción fuerte del neoliberalismo en la Argentina hay un crecimiento fuerte de mujeres presas. La Ley de Drogas se empieza a debatir durante los últimos años del alfonsinismo y se sanciona en el primer año del gobierno de Menem. Esas leyes tuvieron un impacto notable sobre las mujeres, no solamente de nuestro país sino de Latinoamérica y del mundo, porque toda mujer pobre que anda circulando por el mundo teniendo que sobrevivir, y muchas veces la sobrevivencia tiene que ver con el microtráfico o comercialización de drogas, empezó a caer presa. No es casual que tuviéramos en nuestras cárceles mujeres polacas, húngaras, rumanas, después de la caída del Muro de Berlín en el 89. También mujeres bolivianas, peruanas, chilenas, ecuatorianas. Ahí está el sistema penal para gobernarlas.
Las mujeres padecen el fuerte abandono del Estado. Muchas tienen serias dificultades para poder garantizar la continuidad de sus lazos familiares. Tienen hijos, sus familiares se hacen cargo, y no hay posibilidad de ambas cosas: de hacerse cargo de los hijos, y al mismo tiempo visitarlas, mantener el lazo afectivo, amoroso. Las mujeres siempre fueron enormes trabajadoras adentro de la cárcel. Por supuesto las explotan con trabajos casi todos de una feminización dominante. Tienen que trabajar, porque no solamente tienen que sobrevivir en esa cárcel que no les da nada, que no les da artículos de limpieza, que les da comida podrida, en mal estado. Además de mantenerse, suelen sacar dinero para ayudar a sus familias. La situación es de mucha soledad, y de bastante invisibilización. En general se habla siempre de los varones, y se habla de la situación de las cárceles que se constituyen en mitos: Devoto, Olmos. Pocos hablan del Complejo 4, de la Cárcel de Batan en Mar del Plata. Así que las mujeres tienen el problema del abandono, de cierta soledad, y al mismo tiempo una fuerte invisibilización política, cultural, y sociológica. Nosotros estamos haciendo una investigación sobre mujeres. Una la hicimos en el 2000, que se llamó Voces del Encierro, y esta otra, a 20 años de aquélla, para ver qué sucede hoy en las cárceles a las que fuimos en el 2000. Cuáles fueron las transformaciones, las continuidades, los cambios en el gobierno violento sobre las mujeres.
Para el Poder Judicial, la cárcel es el primer recurso. Cuando se entra a la cárcel, se va al pabellón de ingreso. Es el peor pabellón en cualquier cárcel de cualquier lugar del mundo. Ahí las mandan los jueces a esperar si le dan un arresto domiciliario, o incluso una libertad. ¿Por qué no las mandan a sus casas?
El complejo 3 de Salta, por ejemplo, que alberga a casi 200 mujeres, cuando fuimos el año pasado 190 eran extranjeras presas por delitos menores, por tráfico de droga. Fueron detenidas cruzando la frontera con dos o tres paquetitos. Algunas habían estado alojadas un año o un año y medio, en un escuadrón de Gendarmería del Norte. Algunas durante largas horas estuvieron atadas a una pata de mesa, porque en los escuadrones las tienen alojadas en oficinas. Esas mujeres tendrían que irse inmediatamente, y no estar en la cárcel 2 años, 2 años y medio, hasta que se tramita su expulsión. Prácticamente es una cárcel para mujeres bolivianas. Fue la cárcel donde más me impactó la producción de falta y escasez. Verdaderamente no tenían nada. Eran todas mujeres muy pobres, cosechadoras, trabajadoras del campo de Bolivia. Esas son las personas que captura el sistema penal, una maquinaria judicial federal, que gana fortunas para poner presas a estas mujeres pobres.
¿Cuál es la situación de travestis y trans?
Las personas travestis y trans suelen estar detenides por delitos menores, muchos vinculados a la Ley de Drogas. A las que se definen como mujeres, primero las alojaron en cárceles de varones, y luego las llevaron a las de mujeres. La convivencia no es sencilla, porque se producen divisiones, discriminaciones. La confrontación entre las propias detenidas, es una de las estrategias del gobierno penitenciario. Son las que generalmente tienen menos visitas, menos vínculos con el exterior, las que tienen que hacer una sobrevivencia grupal. En algunos casos conviven en otros pabellones, no de travestis. Nunca deja de ser una convivencia conflictiva con las presas, pero también con el personal penitenciario, porque en nombre del respeto a la identidad de género, en toda esa producción discursiva de los últimos tiempos que ha redundado en reconocimiento de derechos, a pesar de eso en la cárcel hay siempre un plus de degradación sobre estas personas. A partir de la Ley de Drogas, fue un colectivo especialmente capturado por el sistema penal. Antes lo regulaba la policía, en nombre de las contravenciones, de la prostitución, del desorden público, de distintas faltas que se les imputaban, que hoy siguen también gestionándose así, pero además ahora se les imputan delitos que pueden ir desde distintas formas delictuales de la Ley de Drogas, hasta lo que llaman resistencia a la autoridad. Hay una respuesta del sistema penal que tiene que ver con una captura sistemática. ¿Qué quiere decir sistemática? Es un colectivo que aunque no es numeroso, no deja de estar poblando todas las cárceles del país. Es un colectivo sobre el cual el Sistema Penal ha fijado su mirada. En el mismo momento que hablan de reconocimiento de derechos, de la identidad de género en particular, hay otras formas de gobierno sobre esos sectores, donde el sistema penal comenzó hace muchos años a ser parte activa de esa gestión. En lo que denominamos cadena punitiva -agencia policial, agencia judicial y carcelaria-, las personas travestis y trans llegan asiduamente a la cárcel, al último eslabón, al que viola todos sus derechos. Me parece siempre importante buscar la palabra de este colectivo, porque son quienes pueden hablar de cuáles son las singularidades del gobierno penitenciario, que es siempre un gobierno violento, que se focaliza justamente en esa identidad de género.
¿Cuál es su propuesta frente a esta situación?
La propuesta que tenemos es ésta. Que se garanticen espacios sanitarios, para que si se presentan casos de COVID, tengan espacios de aislamiento. No buzones. No celdas de castigo. Espacios de aislamiento sanitario con los insumos mínimos que tienen que tener en este momento: oxígeno, suero, soporte de suero, barbijos, batas, y ropa de cama limpia, asepsia en el lugar donde estén. Hay que crear esas condiciones. Nosotros consideramos que tienen que ser supervisadas, controladas, promovidas por el Ministerio de Salud de la Nación, y de las Provincias, para los servicios provinciales, y no por el área de salud de los servicios penitenciarios, que son los que no asistieron nunca en salud, que además han participado en algunos casos en actos de tortura. Que haya también una asistencia a los otros problemas de salud. La cárcel enferma.
Por otro lado, está el tema de las libertades. En el debate creado sobre este tema, me llamó poderosamente la atención, cómo se produce desinformación. La mayoría de las personas que se encuentran en las cárceles, no deberían haber estado nunca en la cárcel. La cárcel es la pena máxima que tenemos. Podemos pensar que la pena máxima esté para los crímenes horrendos, pero no es posible que igualemos esa pena para quienes han cometido delitos menores.
Se instala permanentemente el tema de los arrestos domiciliarios. Una cosa son los arrestos domiciliarios de las personas condenadas. Otra son los arrestos domiciliarios como acción judicial, para que no ingresen a la cárcel, o para que la persona que no está condenada, está con preventiva, ahora el juez le da lugar al pedido de prisión domiciliaria. La pregunta es ¿deberían tener una prisión preventiva? ¿No podrían ser personas excarceladas que vayan a sus casas y esperen la investigación? El arresto domiciliario es una sujeción, que hay que ver si es razonable que se le aplique a alguien. Es una sujeción en general a gente muy humilde, que a veces no puede sobrellevar el arresto domiciliario adentro de sus precarias casas, de sus organizaciones familiares, también muy precarizadas.
Además, el Poder Judicial no va a dejar libres a 60000 o 70000 presos. No les importa que la gente se muera en las cárceles, no les importa que los torturen. Gran parte del Poder Judicial otorga impunidad a los torturadores en la cárcel. Pero si hubiese alguna voluntad política del poder judicial de reducir la cantidad de gente presa, debe empezar por aquellos que no deben estar presos ni presas, y las personas que están haciendo hace mucho tiempo sus trámites de libertad condicional y de libertades asistidas. Esas personas tienen que salir, pero no por la pandemia. La pandemia nos convoca a debatir estas detenciones.
¿Y qué sucede con los femicidas, los violadores, los homicidas?
Las personas que han cometido delitos muy graves deben quedar en la cárcel, y deben ser asistidas si lo necesitan por el Ministerio de Salud, por el sistema de Salud Penitenciaria, o incluso que tengan asistencia de salud propia. Las personas con esos delitos no pueden tener arrestos domiciliarios. Creo que son los delitos los que definen, más allá de las personas que son. Hay delitos, los que la literatura criminológica llama crímenes horrendos, que corresponde que estén en la cárcel. Solo deberían estar presos o presas quienes han cometido esos crímenes horrendos: homicidios, femicidios, violaciones. Lo que nosotros tenemos que pensar no es solo en la víctima, ni solo en la persona que cometió el delito, sino en el acto. Los homicidios, las violaciones, los femicidios, son delitos que no pueden ser resueltos en un debate vinculado a cuestiones sanitarias.
Quiero hacer mención especial al tema de los genocidas. Los delitos graves que pueden cometer personas singulares, no pueden ser comparables con un genocidio. No es lo mismo un homicidio, por grave que sea, que personas que han cometido esos delitos que representan un plan sistemático de exterminio. Más allá de la singularidad de nombrar a algunos de ellos: Astiz, Echecolatz, todos los genocidas deben continuar en la cárcel, porque sus crímenes no pueden ser impunes, por trastornos o problemas de salud. Sabemos que la mayoría de ellos son ancianos. Deben resguardarles la salud, pero mantenerlos en la cárcel. No se les puede dar arrestos domiciliarios.
¿Qué más tendríamos que considerar en este debate?
Aspiro a que el debate sobre para qué está la cárcel, quiénes habitan las cárceles, qué delitos captura el sistema penal, no se limite a un problema coyuntural y lamentable como el del COVID, sino que se instale un debate un poquito más amplio, que nos permita cuestionar la cárcel, el encierro, y sobre todo cuestionar al sistema penal en todas las agencias: policía, agencia judicial, y por supuesto la cárcel. Debatir también que la tortura y la violencia de la cárcel no la debe padecer nadie. Los derechos en las cárceles deberían ser respetados para todos.