Registros de pandemia

Travas en pandemia

Diálogo de Claudia Korol con Alma Fernández

 

¿Cómo viviste la pandemia? ¿Qué significa en tu vida y en la vida de las travas?

¿Qué significó la pandemia para mí? Nunca pensé que me podía pasar eso de estar en pandemia, y lo que me enseñó es poder generar el hábito de ahorrar. La pandemia nos enseñó a las travas que tenemos que saber ahorrar. Y a la vez pienso cómo vas a ahorrar, si vivís el día a día desde la prostitución. Lo digo desde la perspectiva de mi edad, 36 años.

Desde mi edad, la pandemia fue dura para vivir de la prostitución, entendiendo que la prostitución es una máquina picadora de carne que clasifica a los cuerpos, que la que tiene 36 años no trabaja igual que la que tiene 18. Entonces yo creo que entre todo lo que tenemos que aprender, tenemos que aprender el hábito de ahorrar, de resguardarnos. También me enseñó a organizarme, a organizar la ayuda, a dar la discusión de esa ayuda.  Porque también estaba cansada de los seis productos que te dan desde el Estado o desde los partidos políticos, y que siempre terminan siendo lentejas, porotos, fideos, arroz, azúcar, yerba.

Pienso desde mi pobreza ¿cómo van a crecer las generaciones de los barrios, los pibes y las pibas de los barrios, con esa alimentación? ¿Qué capacidad intelectual pueden tener?

La pandemia también me sirvió para eso. A dar la discusión, y a todos y todas las que querían que nos sumemos a llevar mercaderías y alimentos a los barrios, me enseñó a decirles: “bueno, yo quiero que vos me des lo que vos comés”. Me enseñó a organizar un poco más la pandemia. Y a la vez, me mató desde lo afectivo y lo personal, porque se me murieron cinco familiares de COVID. Entonces la pandemia me vino a enseñar a extremar los cuidados, a cuidarme, y a darme cuenta que también estoy sola.

 

¿Qué diferencias ves en cómo afectó la pandemia a las travas, respecto a otros grupos empobrecidos de mujeres y disidencias sexuales?

A la comunidad trava le afectó la pandemia, en el sentido de no poder pagar un techo, y a las mujeres pobres que viven en casas alquiladas también. La pandemia fue cruel y dura, en el sentido que no pudieron llegar a pagar el alquiler, muchas fueron desalojadas. Una cosa en ese sentido que me enseñó la pandemia, fue la migración de las compañeras travestis y trans a las barriadas, a los barrios populares como la villa 31. Muchas compañeras que no querían generar más deudas en los lugares donde vivían, se fueron a vivir a la Villa 31, y empezaron una nueva vida, habitando un nuevo espacio, del que muchas veces quizás por prejuicios huían o no se acercaban.

Investigando descubrí que 7 de cada 10 personas heterosexuales en esta ciudad, no iban a poder pagar el alquiler, pero si ese conteo lo hacemos con las travestis, 10 de cada 10 travestis no iban a poder sostener ese alquiler en la pandemia. Me impactó eso, y ver el crecimiento de las compañeras en las villas, en las barriadas, a modo de escapar o de sobrevivir a la pandemia, y hoy como siempre el cuerpo travesti habitando espacios, y siempre solos, solas.

 

¿Qué es lo que posibilitó que encontraran lugar en las villas? ¿Qué respuesta hubo de la población de la villa?

Por ejemplo, ya es vox populi, decir que la villa 31 es un barrio trava friendly, es un barrio amigable para las travas. Yo creo que lo que facilitó la llegada de las travas a las barriadas de la ciudad, justamente tuvo que ver con que se paga menos, y que hay un montón de gente que te ve sola y que te alquila, porque una trava no tiene hijos, no tiene a nadie, entonces le es funcional a los que alquilan. Y también hay una red de muchas mujeres que acompañan, y que quieren mucho a las travas.

Es un barrio amigable, y todas tenemos una amiga que ya vive en el barrio, entonces les hace más fácil la llegada, y siempre hay una pieza disponible. También las mujeres solteras, en este momento en que el mundo se paró, las mujeres, las lesbianas, las travas solteras no pudieron sostener el lugar donde vivían, y encontraron un lugar en la villa. Ahora ves a todas viviendo, confrontando en el mismo espacio.

 

¿Qué produjo en cambios organizativos de las travas?

Se produjeron cambios. Por ejemplo, creamos la casita de Diana y Lohana en la villa. Compañeras de la diversidad trans villera, también se acercaron para amontonarnos, para crear esa red, para poder asistirnos unas a las otras. Yo creo que la mayor organización que se dio, quizás, fue latinoamericana, fue esa otredad. Como cuando los españoles invadieron este continente. El ejemplo de las comunidades indígenas, como los incas que no guardaron oro sino guardaron comida. Las travas nos juntamos todas, no para dar la discusión política, pero sí para armar ollas populares, para comer entre todas juntas. Esa también es una forma de organización. Fue lo más lindo que me pasó en ese sentido, ver que las compañeras saben y entienden que tienen que organizarse, para comer ellas y las otras. Estuvo bueno eso. Y también imagínate que nuestro colectivo es individualista. Esta vez en la villa eso no pasó. También en La Matanza, las compañeras se juntaron y decidieron ir al Municipio y reclamar alimentos, como lo reclama cualquier persona cis, heterosexual.

 

¿Cómo se entraman en este contexto el amor, la amistad, los afectos?

En este contexto, el amor pasó a ser que te sobra una papa, y que se la des a la que tenés al lado. Y eso muchas veces fue más allá de lo trans, o de lo lgtb. Porque también las travas tenemos un don, o un corazón, más allá de toda la opresión que pasamos. Lo que se entramó es eso, entender que estamos en una situación en la que todas la estábamos pasando mal, todas necesitábamos sobrevivir, y que ese sobrevivir tenía que ser colectivo.

 

¿Cuáles son los cambios para las compañeras que viven de la prostitución?

Cuando empezó a liberarse un poco el tema del aislamiento social y obligatorio, las travas empezaron a armar sus propios protocolos, y de pronto veías a las travas en las zonas rojas, llenas de bolsas de plástico, paradas en bombachas y corpiños, aprendiendo a usar y a aplicar el uso del barbijo, a manejar el alcohol en gel, entendiendo la posición en que tenían que brindar el trabajo sexual, y a la vez renegando por tener que estar paradas prostituyéndose en este contexto. Me parece que esto también sirvió para entender que es hora de buscar otra cosa, de avanzar, de crear otras formas de sobrevivir.

 

¿Tuvieron dificultades con la policía?

Sí, es verdad. En las zonas rojas, en los primeros días, cuando las travas empezaron a aparecer en los bosques de Palermo, la policía les decía que se vayan, que no podían estar paradas. En muchos lugares hubo esa cuestión del aprovechamiento y la ignorancia. Creían que las travas no sabían que no podían salir, y muchos policías quería cobrar y aprovechar. La pandemia fue una buena excusa para sacar de muchas esquinas a las travas por parte de las fuerzas policiales, o correrlas, o delimitar el trabajo sexual que ejercen las compañeras ahí. Tipo en determinado horario pueden salir, en otros horarios no podían estar. Fue un poco triste, pero ahora, pasado el tiempo, desde que murió Maradona eso se cayó. Antes las zonas rojas estaban vacías, y tampoco los clientes iban. Los clientes no iban a las zonas rojas porque justamente tenían miedo

 

Vos decías que estuviste pensando en alternativas a la prostitución. ¿Pensaste en qué significa la prostitución en momentos como éste?

Sí, yo todo el tiempo pienso en qué implica este contexto de pandemia, cómo repercute en la prostitución. Y no puedo dejar de pensar que el aislamiento social es un privilegio de clase, cuando hablamos de las travas, si la prostitución sigue siendo la única opción para la mayoría de las travas. Encima tenemos un decreto que sacó el presidente de cupo trans, que habla de idoneidad. ¿Quién define la idoneidad? Esa idoneidad es heterosexual. No puede ser que el Estado ahora repare tantos años de maltrato y de exclusión, diciendo que todas las personas tienen que ser idóneas para ocupar un cargo público. ¿Qué oportunidad les dieron a las travestis y trans de este país para que puedan ser idóneas? A mí me parece que la pandemia, el aislamiento social, es un privilegio de clase, y también me parece que las travas, al ver tantos impedimentos, tantos requerimientos, tantas cosas, terminan viendo otra vez como opción la prostitución.

 

¿Cómo se expresó la pandemia para vos y para la comunidad travesti en los temas de la salud?

Yo creo que sin pandemia el colectivo trans no se acercaba tanto a los hospitales, y con pandemia mucho menos. Las compañeras todavía tienen miedo de ir a hacerse un estudio. Porque la salud y la economía van de la mano. ¿Qué hacés si te hacés el test y tenés que aislarte 14 días? ¿Cómo hacés económicamente? Los hospitales, los centros de salud, las salitas, son lugares que evitamos. Pero no es la excepción. Muchas veces nos pasó que cuando se nos murió una compañera de la villa, fue al hospital cuando ya estaba en las últimas. No querían ir al hospital, porque sentían que no la iban a recibir, y terminaron muriendo en el hospital porque ya era tarde.

 

La policía criminaliza al colectivo travesti trans acusándolo de tráfico de drogas, de narcomenudeo. Toda una estigmatización que hacen las fuerzas represivas contra el colectivo travesti. ¿Cómo se expresó esto en la pandemia?

En este contexto de pandemia la represión policial recrudeció. Lo mismo el armado de causas. Con pandemia o sin pandemia se siguió llevando presas a las compañeras por narcomenudeo. Los fiscales y los jueces te secuestran el teléfono, y te piden investigar las últimas 75 horas de la persona. Todo eso sigue desde antes de la pandemia. Todo se paró, pero eso sigue. Y las compañeras salían a prostituirse para pagar donde viven. No estoy justificando ni haciendo apología de eso, sino entendiendo cómo son problemas estructurales.

 

Cuando fuiste a Tucumán, durante la pandemia, ¿qué diferencias notás respecto a la situación en CABA y Gran Buenos Aires?

Sí, allá las compañeras están peor. Nosotras vivimos en la ciudad más rica del país. Allá las compañeras no tenían nada, no se cuidaban, no hicieron el aislamiento, tenían que salir a trabajar, tuvieron que salir a juntar para parar la olla. Olvidadas, abandonadas, las compañeras no tuvieron ayuda de ninguna organización social. Los planes sociales no llegaron. Encima el COVID llegó al norte del país más tarde, casi a los tres meses que estábamos acá en aislamiento, y agarró a todas y a todes más cansades. Las compañeras estaban desesperadas. Recibí llamados de muchas compañeras, pedidos de que las anoten en algo. Pero también eso: las compañeras travestis trans te llaman en la desesperación, y esas cosas no se resuelven en la urgencia, tardan un montón. Eso hizo que las compañeras vuelvan a salir, y no tuviera un cuidado, y muchas terminaron contagiadas.

 

Ustedes crearon en la villa La Casa de Diana y Lohana. ¿Cuál es el proyecto con la casa?

La casa de Diana y Lohana es un espacio de acompañamiento, ayuda comunitaria, y atención contra las adicciones. Nuestra idea en principio es llegar al barrio, y asistir con el tema alimentos, pero ahora estamos haciendo talleres, cursos, para que las compañeras travestis, trans, lesbianas, mujeres, encuentren un espacio para organizarnos desde la villa, para lograr cosas. En estos días nos van a entregar una casa, y vamos a empezar a pensarnos desde el barrio. Así también buscamos integrar a las compañeras travestis y trans a lo que es el armado social y comunitario de la villa, porque las travestis no intervienen en las decisiones políticas del barrio.

Está bueno darnos esa oportunidad y disputar esos espacios, ocupar esos espacios. Estoy muy feliz con eso. La finalidad fue una acción, un servicio comunitario, y terminamos volviéndonos una familia, porque nos encontramos un montón de personas que se sentían solas, y estaban resistiendo solas. Estuvo muy bueno. Fue lo mejor que me pasó. Haberme sumado a armar eso.

 

Coincidió en el 2020 con el acceso de distintas referentes travestis y trans a espacios de gobierno. ¿Eso tiene un impacto en su vida?

Yo celebro que hayan entrado muchas compañeras travestis y trans a distintos espacios de poder en el gobierno, pero las travas dentro del Frente de Todos, seguimos siendo la periferia. No vimos a gente del barrio ocupando cargos. No vimos a Ramona, no vimos a Alma en esos lugares. (¡Yo me hago autorreferencia!). Vimos a compañeras académicas, que están lejos de la comunidad. Vimos a las amigas de las funcionarias formando los equipos. Pero las que realmente resisten, las que están en el kilómetro 29, las que están en González Catán, en Laferrere, la verdad es que siguen en la misma. Cuando te dicen que es con todos, yo no lo creo. No es con todos. No estamos todos y todas.

 

¿Qué pasó con tu escritura en tiempos de pandemia?

La escritura se me volvió sensible, se me volvió alegre, por momentos se me puso en crisis, pero lo que nunca dejó es de brillar, nunca dejó de gustarme. Tengo muchas cosas guardadas en el corazón, que las tengo que volcar, que escribir. Se me quemó una computadora con muchos escritos, y estoy volviéndolos a hacer, porque me los acuerdo, pero tengo que organizarme, ayudar a organizar, y a la vez encontrar un lugar para poder escribir y transcribir todas esas vivencias que fue sobrevivir a la pandemia.

 

¿Cuáles son tus sueños en este momento?

Mis sueños en este momento es que todas seamos felices, pudiendo lograr que mi comunidad, mi colectivo sea feliz. Y en lo personal tener mi casa, superar la expectativa de vida, y hacer llegar las voces que faltan. Hacer escuchar a todas las que no tienen voz.

 

 

 

Las cárceles en tiempos de pandemia. Situación de mujeres, travestis, trans presas

Diálogo de Claudia Korol con Alcira Daroqui

 

Alcira Daroqui es una conocedora en profundidad del mundo carcelario. Socióloga, investigadora de Sociología del Castigo y del Sistema Penal, Directora del Grupo de Estudios sobre Sistema Penal y Derechos Humanos del Instituto Gino Germani de la UBA, fue una de las impulsoras activas para que el programa UBA XXII llegara a la cárcel de mujeres de Ezeiza. Durante 16 años, fue también coordinadora de la Carrera de Sociología en ese programa.

 

¿Qué es desde tu perspectiva la cárcel?

La cárcel es la pena moderna -desde hace 300 años-, a partir de lo que podemos llamar el despliegue del Estado Moderno. El capitalismo crea la cárcel como espacio de castigo. La cárcel es una maquinaria política del orden social dominante, un espacio de producción de sufrimiento y de dolor. Se “justificó” a partir del siglo XIX y buena parte del siglo XX, en nombre de la resocialización de aquellos que habían roto el pacto social. En realidad, quienes van a la cárcel son aquellos que son seleccionados por el sistema penal con una persecución selectiva, discrecional y arbitraria sobre los sectores más desposeídos. Es una forma del gobierno de la pobreza. Quienes están en la cárcel, en su gran mayoría, lo están por delitos de bajo impacto, lesivo y dañoso, salvo algunas excepciones, que son los delitos vinculados a la integridad física. En los últimos 50 años se desenmascara que la cárcel no resocializa, ni reeduca, sino que es una maquinaria de producción de delincuencia y violencia por parte del Estado, y de una fuerte degradación de las personas que viven allí.

En las cárceles de Argentina se violan sistemáticamente los derechos humanos, ayer, hoy y mañana, desde la violencia directa física, la moral, la simbólica, la violencia económica, produciendo falta y escasez, que es una forma de gobierno, en donde se rompen las relaciones de solidaridad, con la falta de comida, de elementos de limpieza, de colchones, de mantas, de asistencia a la salud, falta de remedios, producción permanente de incertidumbre, que es una de las peores violencias. La incertidumbre en relación a su causa, si va a seguir sufriendo esa cárcel u otra, si le dejarán ingresar a la visita. La gente que está ahí, pobre en su mayoría, debe no solo garantizarse la sobrevivencia, sino además preservar su integridad física, porque siempre está en juego vivir o morir en la cárcel.

 

¿Quiénes habitan las cárceles en Argentina?

En los últimos diez años se ha incrementado muchísimo la población carcelaria en la Argentina. Desde el 2013 nosotros estamos registrando el crecimiento de la población, y en los últimos años de Macri, ese crecimiento fue exponencial. Lo que tenemos ahora son alrededor de 100.000 personas presas en Argentina, en distintos dispositivos, no solamente carcelarios.

En todo el sistema federal hay alrededor de 12800 presos y presas. De ellos hay 1300 personas con menos de tres años de condena, por delitos muy leves. Hay gente que está por cumplir las condenas, o tienen pasadas las libertades asistidas, y pasadas las libertades condicionales. Sumada a la cantidad de presos y presas en prisiones preventivas, con presunción de inocencia. En el caso de los varones es el 50% en el país. En el Sistema Federal, casi el 70% de las mujeres estan en carácter de procesadas, en prisión preventiva. Toda esa gente no debería estar en la cárcel.

 

¿Cuál es la situación de las cárceles de mujeres?

Las mujeres son aproximadamente el 10% de la población carcelaria. En los 90 las mujeres y trans eran una cifra muy poco representativa en cuanto a personas encarceladas. A partir de los 90, desde la sanción de la Ley de Drogas 23737, y simultáneamente cuando la mujer sale al mercado de trabajo a partir de la irrupción fuerte del neoliberalismo en la Argentina hay un crecimiento fuerte de mujeres presas. La Ley de Drogas se empieza a debatir durante los últimos años del alfonsinismo y se sanciona en el primer año del gobierno de Menem. Esas leyes tuvieron un impacto notable sobre las mujeres, no solamente de nuestro país sino de Latinoamérica y del mundo, porque toda mujer pobre que anda circulando por el mundo teniendo que sobrevivir, y muchas veces la sobrevivencia tiene que ver con el microtráfico o comercialización de drogas, empezó a caer presa. No es casual que tuviéramos en nuestras cárceles mujeres polacas, húngaras, rumanas, después de la caída del Muro de Berlín en el 89. También mujeres bolivianas, peruanas, chilenas, ecuatorianas. Ahí está el sistema penal para gobernarlas.

Las mujeres padecen el fuerte abandono del Estado. Muchas tienen serias dificultades para poder garantizar la continuidad de sus lazos familiares. Tienen hijos, sus familiares se hacen cargo, y no hay posibilidad de ambas cosas: de hacerse cargo de los hijos, y al mismo tiempo visitarlas, mantener el lazo afectivo, amoroso. Las mujeres siempre fueron enormes trabajadoras adentro de la cárcel. Por supuesto las explotan con trabajos casi todos de una feminización dominante. Tienen que trabajar, porque no solamente tienen que sobrevivir en esa cárcel que no les da nada, que no les da artículos de limpieza, que les da comida podrida, en mal estado. Además de mantenerse, suelen sacar dinero para ayudar a sus familias. La situación es de mucha soledad, y de bastante invisibilización. En general se habla siempre de los varones, y se habla de la situación de las cárceles que se constituyen en mitos: Devoto, Olmos. Pocos hablan del Complejo 4, de la Cárcel de Batan en Mar del Plata. Así que las mujeres tienen el problema del abandono, de cierta soledad, y al mismo tiempo una fuerte invisibilización política, cultural, y sociológica. Nosotros estamos haciendo una investigación sobre mujeres. Una la hicimos en el 2000, que se llamó Voces del Encierro, y esta otra, a 20 años de aquélla, para ver qué sucede hoy en las cárceles a las que fuimos en el 2000. Cuáles fueron las transformaciones, las continuidades, los cambios en el gobierno violento sobre las mujeres.

Para el Poder Judicial, la cárcel es el primer recurso. Cuando se entra a la cárcel, se va al pabellón de ingreso. Es el peor pabellón en cualquier cárcel de cualquier lugar del mundo. Ahí las mandan los jueces a esperar si le dan un arresto domiciliario, o incluso una libertad. ¿Por qué no las mandan a sus casas?

El complejo 3 de Salta, por ejemplo, que alberga a casi 200 mujeres, cuando fuimos el año pasado 190 eran extranjeras presas por delitos menores, por tráfico de droga. Fueron detenidas cruzando la frontera con dos o tres paquetitos. Algunas habían estado alojadas un año o un año y medio, en un escuadrón de Gendarmería del Norte. Algunas durante largas horas estuvieron atadas a una pata de mesa, porque en los escuadrones las tienen alojadas en oficinas. Esas mujeres tendrían que irse inmediatamente, y no estar en la cárcel 2 años, 2 años y medio, hasta que se tramita su expulsión. Prácticamente es una cárcel para mujeres bolivianas. Fue la cárcel donde más me impactó la producción de falta y escasez. Verdaderamente no tenían nada. Eran todas mujeres muy pobres, cosechadoras, trabajadoras del campo de Bolivia. Esas son las personas que captura el sistema penal, una maquinaria judicial federal, que gana fortunas para poner presas a estas mujeres pobres.

 

¿Cuál es la situación de travestis y trans?

Las personas travestis y trans suelen estar detenides por delitos menores, muchos vinculados a la Ley de Drogas. A las que se definen como mujeres, primero las alojaron en cárceles de varones, y luego las llevaron a las de mujeres. La convivencia no es sencilla, porque se producen divisiones, discriminaciones. La confrontación entre las propias detenidas, es una de las estrategias del gobierno penitenciario. Son las que generalmente tienen menos visitas, menos vínculos con el exterior, las que tienen que hacer una sobrevivencia grupal. En algunos casos conviven en otros pabellones, no de travestis. Nunca deja de ser una convivencia conflictiva con las presas, pero también con el personal penitenciario, porque en nombre del respeto a la identidad de género, en toda esa producción discursiva de los últimos tiempos que ha redundado en reconocimiento de derechos, a pesar de eso en la cárcel hay siempre un plus de degradación sobre estas personas. A partir de la Ley de Drogas, fue un colectivo especialmente capturado por el sistema penal. Antes lo regulaba la policía, en nombre de las contravenciones, de la prostitución, del desorden público, de distintas faltas que se les imputaban, que hoy siguen también gestionándose así, pero además ahora se les imputan delitos que pueden ir desde distintas formas delictuales de la Ley de Drogas, hasta lo que llaman resistencia a la autoridad. Hay una respuesta del sistema penal que tiene que ver con una captura sistemática. ¿Qué quiere decir sistemática? Es un colectivo que aunque no es numeroso, no deja de estar poblando todas las cárceles del país. Es un colectivo sobre el cual el Sistema Penal ha fijado su mirada. En el mismo momento que hablan de reconocimiento de derechos, de la identidad de género en particular, hay otras formas de gobierno sobre esos sectores, donde el sistema penal comenzó hace muchos años a ser parte activa de esa gestión. En lo que denominamos cadena punitiva -agencia policial, agencia judicial y carcelaria-, las personas travestis y trans llegan asiduamente a la cárcel, al último eslabón, al que viola todos sus derechos. Me parece siempre importante buscar la palabra de este colectivo, porque son quienes pueden hablar de cuáles son las singularidades del gobierno penitenciario, que es siempre un gobierno violento, que se focaliza justamente en esa identidad de género.

 

¿Cuál es su propuesta frente a esta situación?

La propuesta que tenemos es ésta. Que se garanticen espacios sanitarios, para que si se presentan casos de COVID, tengan espacios de aislamiento. No buzones. No celdas de castigo. Espacios de aislamiento sanitario con los insumos mínimos que tienen que tener en este momento: oxígeno, suero, soporte de suero, barbijos, batas, y ropa de cama limpia, asepsia en el lugar donde estén. Hay que crear esas condiciones. Nosotros consideramos que tienen que ser supervisadas, controladas, promovidas por el Ministerio de Salud de la Nación, y de las Provincias, para los servicios provinciales, y no por el área de salud de los servicios penitenciarios, que son los que no asistieron nunca en salud, que además han participado en algunos casos en actos de tortura. Que haya también una asistencia a los otros problemas de salud. La cárcel enferma.

Por otro lado, está el tema de las libertades. En el debate creado sobre este tema, me llamó poderosamente la atención, cómo se produce desinformación. La mayoría de las personas que se encuentran en las cárceles, no deberían haber estado nunca en la cárcel. La cárcel es la pena máxima que tenemos. Podemos pensar que la pena máxima esté para los crímenes horrendos, pero no es posible que igualemos esa pena para quienes han cometido delitos menores.

Se instala permanentemente el tema de los arrestos domiciliarios. Una cosa son los arrestos domiciliarios de las personas condenadas. Otra son los arrestos domiciliarios como acción judicial, para que no ingresen a la cárcel, o para que la persona que no está condenada, está con preventiva, ahora el juez le da lugar al pedido de prisión domiciliaria. La pregunta es ¿deberían tener una prisión preventiva? ¿No podrían ser personas excarceladas que vayan a sus casas y esperen la investigación? El arresto domiciliario es una sujeción, que hay que ver si es razonable que se le aplique a alguien. Es una sujeción en general a gente muy humilde, que a veces no puede sobrellevar el arresto domiciliario adentro de sus precarias casas, de sus organizaciones familiares, también muy precarizadas.

Además, el Poder Judicial no va a dejar libres a 60000 o 70000 presos. No les importa que la gente se muera en las cárceles, no les importa que los torturen. Gran parte del Poder Judicial otorga impunidad a los torturadores en la cárcel. Pero si hubiese alguna voluntad política del poder judicial de reducir la cantidad de gente presa, debe empezar por aquellos que no deben estar presos ni presas, y las personas que están haciendo hace mucho tiempo sus trámites de libertad condicional y de libertades asistidas. Esas personas tienen que salir, pero no por la pandemia. La pandemia nos convoca a debatir estas detenciones.

 

¿Y qué sucede con los femicidas, los violadores, los homicidas?

Las personas que han cometido delitos muy graves deben quedar en la cárcel, y deben ser asistidas si lo necesitan por el Ministerio de Salud, por el sistema de Salud Penitenciaria, o incluso que tengan asistencia de salud propia. Las personas con esos delitos no pueden tener arrestos domiciliarios. Creo que son los delitos los que definen, más allá de las personas que son. Hay delitos, los que la literatura criminológica llama crímenes horrendos, que corresponde que estén en la cárcel. Solo deberían estar presos o presas quienes han cometido esos crímenes horrendos: homicidios, femicidios, violaciones. Lo que nosotros tenemos que pensar no es solo en la víctima, ni solo en la persona que cometió el delito, sino en el acto. Los homicidios, las violaciones, los femicidios, son delitos que no pueden ser resueltos en un debate vinculado a cuestiones sanitarias.

Quiero hacer mención especial al tema de los genocidas. Los delitos graves que pueden cometer personas singulares, no pueden ser comparables con un genocidio. No es lo mismo un homicidio, por grave que sea, que personas que han cometido esos delitos que representan un plan sistemático de exterminio.  Más allá de la singularidad de nombrar a algunos de ellos: Astiz, Echecolatz, todos los genocidas deben continuar en la cárcel, porque sus crímenes no pueden ser impunes, por trastornos o problemas de salud. Sabemos que la mayoría de ellos son ancianos. Deben resguardarles la salud, pero mantenerlos en la cárcel. No se les puede dar arrestos domiciliarios.

 

¿Qué más tendríamos que considerar en este debate?

Aspiro a que el debate sobre para qué está la cárcel, quiénes habitan las cárceles, qué delitos captura el sistema penal, no se limite a un problema coyuntural y lamentable como el del COVID, sino que se instale un debate un poquito más amplio, que nos permita cuestionar la cárcel, el encierro, y sobre todo cuestionar al sistema penal en todas las agencias: policía, agencia judicial, y por supuesto la cárcel. Debatir también que la tortura y la violencia de la cárcel no la debe padecer nadie. Los derechos en las cárceles deberían ser respetados para todos.

 

 

 

“Si nuestras vidas no valen, entonces produzcan sin nosotras ”

Autoras: Alejandra Santillana Ortíz, Flora Partenio y Corina Rodríguez Enríquez

Edición: Fundación Rosa Luxemburgo ConoSur, Santiago del Estero 1148, 1075, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. www.rosalux-ba.org

Redacción: Alex Wischnewski y Juliana Díaz Lozano, abril 2021

Diseño y diagramación: El Colectivo

Gráficas: Natalie Revale y Alejandra Andreone

Licencia Creative  Commons  Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual  4.0  Internacional  (CC BY-NC-SA 4.0). Se autoriza la  reproducción  total  o  parcial  de  esta  publicación  y  la  creación  de  obras  derivadas  siempre  que se cite la fuente y se mantenga la misma licencia al ser divulgadas.

Esta   publicación   fue   apoyada   por   la   Fundación   Rosa   Luxemburgo con fondos del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ). El contenido de la publicación es responsabilidad exclusiva de los autores y no refleja necesariamente posiciones de la FRL.

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Cosechando Rebeldías Feministas. Las luchas socioambientales desde un feminismo de los pueblos

Este libro es parte de las señales luminosas que hay en el mundo a pesar de la crisis, o quizás justamente por la crisis. Es un vuelo de luciérnaga que ilumina en un bosque que parece quedarse sin futuro, pero que se embellece e ilumina por su vuelo. Una suerte de fuerza mayor reaccionando e invitándonos a cambios radicales. Esa fuerza mayor bien podría ser la naturaleza misma, que reclama por los seres humanos y también por los no humanos. Que reclama por el mantenimiento de la vida en el sentido más extenso e intenso de la palabra.

Una de las grandes derrotas que sufrimos con el capitalismo es que fuimos separados del mundo natural; esa ruptura con la naturaleza viene acompañada con renuncias a formas horizontales de cuidado, con violencias y ejercicios de dominación y con ejercicios cada vez más agresivos de acumulación y despojo.

Del prólogo de Esperanza Martínez

 

Ficha técnica

  • Autoras: Comité socioambiental feminista de la Coordinadora 8M – Chile
  • Fecha:  Diciembre 2020
  • Edición: Coordinadora Feminista 8M / Fundación Rosa Luxemburgo
  • Prólogo: Esperanza Martínez
  • Créditos: Edición: Lucía Sepúlveda / Ilustraciones: Alejandra Milena / Ilustración de portada: Constanza Núñez / Diseño y diagramación: Lucía Paz. Impreso en Quimantú, Chile.
  • Paginas: 66

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Póster «Cuerpo –Territorio». 10 problemáticas socio ambientales en Argentina y Sudamérica y sus graves consecuencias en la salud

Históricamente, la explotación de los bienes comunes se asienta en una concepción utilitarista que concibe a la naturaleza como una fuente proveedora de materias primas, fomentando el saqueo, la privatización y contaminación de tierras comunales y recursos hídricos. Nos encontramos en medio de una emergencia climática y ecológica: incendios, inundaciones, mega minería, pueblos fumigados, ríos cercados y envenenados, empresas que avanzan y destruyen nuestros territorios, en los que el desarrollo de la industria extractiva afecta de manera directa o colateral a la salud y a las actividades cotidianas, degradando la calidad de vida de las comunidades. Las violencias a lo largo del tiempo a las que han sido sometidos los pueblos colonizados de América Latina han golpeado tanto a los territorios ancestrales como al primer territorio, el cuerpo. Sobre él se imprimen las consecuencias generadas por el avance de la frontera extractiva, mostrando las dolencias, enfermedades y limitaciones que su expansión provoca.

Como ya afirmamos, el primer territorio que habitamos como seres vivos es nuestro cuerpo, el cual no es ajeno ni un ente abstracto y desconectado del territorio mayor al que pertenecemos: la tierra. El estudio de lo que ocurre en los territorios que habitamos, es inherente a las ciencias de la salud, como parte del proceso de determinación social de la salud y de la enfermedad. Cuando pensamos cómo el extractivismo arrasa los territorios, no pensamos en un paisaje: pensamos en nuestros cuerpos arrasados por un modelo de producción, que, en realidad, es de destrucción de la vida para garantizar, a unxs pocxs, condiciones de vida saludable, en otras latitudes.

El cuerpo abordado como el primer territorio – a la manera en la cual lo trabajan las feministas comunitarias de América Latina – es mirar al cuerpo en sus vínculos a nivel orgánico, sus enfermedades, sus patologías con el cuerpo como superficie de impacto de lo que ocurre en el medio ambiente. En este sentido, cartografiar el cuerpo de una mujer fue determinante porque son ellas quienes lideran los procesos de resistencia contra el avance del modelo extractivo, las que empiezan a visibilizar o darse cuenta de que algo está pasando en el cuerpo de sus hijxs o en sus propios cuerpos.

Los indicios de la actividad extractiva en el territorio -ya sea la fumigación, la contaminación del agua por la megaminería, el polvillo del pino en la actividad forestal y tantos otros- no solo perciben en los propios cuerpos, sino que también lleva a mirar a la comunidad y poner en práctica procesos de epidemiología popular. Es empezar a ver que a tu vecina del lado también le pasa, y ejemplo de ellos es el proceso de las madres de Ituzaingó y tantos otros lugares, en el que las mujeres comienzan a nombrar los síntomas, identificar las afecciones y ponerlas en el lugar del cuerpo donde impactan.

Podemos ver en este poster que nuestros cuerpos llevan encima las consecuencias del extractivismo, pero, también, la capacidad de organización y resistencia contra estos modelos de muerte. En plena emergencia climática y ecológica, seguimos bregando por cuerpos y territorios sanos, soberanos y justos.

Ficha técnica

  • Autoras: Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario
  • Fecha:  2020
  • Edición: INSAA Fundación Rosa Luxemburgo
  • Créditos: Diseño y sistematización: Iconoclasistas

 

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Una lectura feminista de la deuda ¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos!

UNA LECTURA FEMINISTA DE LA DEUDA forma parte de un proceso de investigación e intervención política en curso sobre procesos de endeudamiento. Fue usado como herramienta de debate y formación en sindicatos, universidades, ferias de pequeñxs productorxs, organizaciones de base y asambleas feministas.

 

La presente es una edición ampliada impulsada por la Fundación Rosa Luxemburgo y la Editorial Tinta Limón.

Ficha técnica

  • Autoras: Verónica Gago y Luci Cavallero
  • Fecha: Febrero 2021
  • Edición: Coedición Fundación Rosa Luxemburgo / Tinta Limón
  • Créditos: Maquetación: Florencia Ayelén Medina. Producción de imprenta: Gabriela Mendoza. Corrección de galeras: Elina Kohen.
  • Páginas: 146
  • Arte de tapa: Macarena Viva Fatne.

 

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El COVID es el virus, la pandemia es el capitalismo heteropatriarcal

Como parte de los discursos de los medios tradicionales con respecto al coronavirus y la cuarentena, escuchamos los deseos de volver a la “normalidad”. Pero, solo a los sectores hegemónicos les interesa regresar a esa normalidad, que se traduce en desigualdad, en la existencia de vidas vulnerables y hasta descartables, la imposibilidad de ser, la violencia arraigada. Y uno de los principales sectores cuyas vidas han sido consideradas descartables es el de la comunidad travesti/trans, marginalizada, empobrecida, estigmatizada. Veamos cómo era –previo a la pandemia- la “normalidad” para las personas travestis y trans en el continente y en Argentina en particular:

El promedio de vida de una persona trans en América Latina y el Caribe, varía entre los 35 y 41 años a diferencia de la expectativa de vida general de la región que es de 75 años. La mayoría de los países no tienen una legislación que proteja a las personas trans contra la discriminación, que reconozca su identidad de género autopercibida en su documentación o que garantice su derecho a acceder a cirugías de reasignación de sexo u otros procedimientos médicos para la construcción de su expresión de género y el resguardo de su salud integral. Aun en los países que recientemente implementaron legislaciones que reconocen los derechos humanos de las personas trans, la situación aún es grave como consecuencia de décadas de exclusión.

La falta de documentación personal acorde a la identidad de género autopercibida, la discriminación, la violencia y los fuertes obstáculos en el acceso al sistema de salud en general que enfrentan la mayoría de las personas trans en América Latina, condujeron a un statu quo que difícilmente pueda mejorar sin la implementación de políticas públicas claras y decididas orientadas a promover los derechos de esta población. El déficit en materia de vivienda es moneda corriente para un grupo de personas que a menudo sufren el abandono por parte de sus familias y la expulsión de sus hogares cuando son muy jóvenes. Para la mayoría de las mujeres trans de la región el trabajo sexual no ha sido «una» sino «la única» opción, e incluso aquellas que consideran el trabajo sexual como una elección personal carecen de adecuada protección y reconocimiento por parte del Estado.

En Argentina Se estima que el colectivo trans está conformado por entre 7 y 10 mil personas, un número calculado por organismos independientes porque aún hoy, los censos responden binariamente en cuestión de géneros. En el país, cerca del 90% de las personas trans, se encuentra por fuera del mercado formal y vive en la pobreza. El 95% de la población transfemenina ejerce la prostitución en situaciones de extrema marginalización. Mientras que el 46% de los trans masculinos desarrollan trabajos por cuenta propia. El VIH, la silicona industrial y los asesinatos configuran la primera causa de muerte de las personas trans.

Todos los estudios concuerdan en que entre el 34% y el 40% de las personas Trans no han finalizado la educación secundaria y tan solo el 3% alcanza el nivel superior. El promedio de vida de esta población ronda los 35 años, mientras que el promedio de vida para la población cis se halla en 75 años. El 90% de las feminidades Trans y el 80% de las masculinidades Trans han sufrido experiencias de discriminación en la vía pública, así como también agresiones físicas. Casi dos tercios de esas violaciones a los Derechos Humanos ocurren en el marco de violencia institucional, y entre ellas, la mitad son realizadas por las fuerzas de seguridad.

En las cárceles, las personas trans sufren múltiples violencias, físicas, sexuales y psicológicas. El 79% no tiene una condena firme, proporción muy superior al promedio general, donde la relación entre procesados y condenados es de alrededor del 50%.

A más de cinco años de aprobada la ley de Identidad de Género, aún quedan muchas deudas sociales y estatales para con las personas trans. Los datos recolectados por organismos independientes denuncian que entre el 80 y el 90% se ha visto en situaciones violentas con médicxs y todavía persiste una demora de las gestiones privadas para la entrega de medicación y cirugías.

Un año después del estallido de la crisis social y sanitaria, sabemos que la salida sigue siendo colectiva y solidaria. Que debajo y después de la pandemia seguiremos organizándonos para construir un mundo sin explotación, sin opresión ni discriminaciones, donde todes seamos libres.

Por eso, en este podscast nos preguntamos: ¿Cómo afecta la pandemia y la cuarentena la situación ya vulnerable de la población trans y travesti? Escuchalo-compartilo-difundilo-descargalo para que la pandemia no nos confine al silencio y al individualismo

 

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Cuarentena Trans Travesti

 


Ficha técnica: 

Producción periodística: Daiana Melón, Paula Bonomi, Victoria Vicel y Juliana Díaz Lozano

Locución: Paola Álvarez

Edición: Tamara Camparo

Producción general: Cátedra Libre Virginia Bolten y Radionauta FM-Red Nacional de Medios Alternativos.

La convivencia incrementó las violencias pero también las estrategias de supervivencia.

El modelo capitalista cisheteropatriarcal colonial que domina los territorios que habitamos en Abya Ayala (Latinoamérica) quedó totalmente al descubierto durante la pandemia de COVID19, que a escala mundial transformó nuestra vida cotidiana, y lo continúa haciendo. En los comienzos de la pandemia, signada por los aislamientos expandidos por el mundo, las muertes por el virus y la consecuente implosión de los sistemas de salud hegemónicamente dominados por la mercantilización de la misma, se imponía un clima de crisis estructural del modelo de acumulación, y su consecuente depredación de territorios y vidas, que habilitó el debate sobre posibles alternativas. Nuestro país no estuvo ajeno a esa tendencia, y propuestas olvidadas en cajones del poder empezaron a retomar cierto impulso, especialmente las vinculadas a la cada vez mayor desigualdad y profundización de la concentración de las riquezas y el poder en pocas manos. Así, tanto el ingreso básico universal ciudadano, la necesaria diferenciación de las posibilidades de crecimiento y desarrollo para los países dependientes respecto de los centrales dominantes, como el aporte de las grandes fortunas al bien común, poco a poco fueron desapareciendo de escena particularmente en Argentina.

 

 

Precarización del trabajo y la existencia

 

La desigualdad social, de clase y de género ya instalada previo a la pandemia en Argentina, con la expansión del virus, resultaron en un incremento de los niveles de pobreza a más de la mitad de la población; y de esa totalidad la inmensa mayoría mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries vieron mermados sus ingresos, a la vez que incrementaron las horas de trabajo no remunerado como el doméstico y de cuidados. El contexto de pandemia reforzó los roles estáticos de una estructura patriarcal, en donde los cuerpos feminizados son los encargados de sostener la vida, la alimentación y el cuidado de viejes y niñes, sin ser reconocides en su rol como esenciales. Por otro lado, la alianza discursiva estatal entre modelo médico hegemónico y las fuerzas de seguridad, vuelve a poner en el centro las mismas respuestas históricas a una situación de crisis: una sanitarista y de control disciplinario, que intenta ubicar la conducta individual de los cuidados como la responsable de los resultados de una pandemia mundial.

 

 

Construyendo comunes: espacios productivos y de cuidado con perspectiva feminista

 

Las tareas reproductivas y de cuidados quedan a cargo de las mujeres y disidencias en su mayoría, y siempre se han generado estrategias diversas colectivas de acompañamiento para llevarlas adelante. Algunas veces al interior del mismo núcleo habitacional compartido por mujeres cabeza de familia y en otras impulsadas desde organizaciones y movimientos sociales. Desde Tatagua entendemos que para seguir aportando a tumbar el patriarcado las respuestas colectivas son las que tienen la posibilidad de perdurar en el tiempo. En ese camino ensayamos como podemos garantizar los cuidados tanto de les hijes de las mujeres y disidencias, cuanto de quienes llevamos adelante la tarea de escucha y acompañamiento de las violencias perpetradas por el machismo. Valga como ejemplo que, al momento de lanzar la feria popular feminista de manera presencial, se estableció la necesidad de contar con compañeres que pudieran tomar esa tarea de cuidados, lo mismo que hemos realizado frente a cada encuentro de formación o atención presencial fuera de la pandemia. Si no se toma la tarea de cuidados y reproductiva como colectiva no podremos construirnos libres y desendeudadas.

 

 

Frente a la justicia patriarcal, la estrategia es fortalecer las redes

 

Las restricciones en la movilidad significaron una limitación al trabajo remunerado para mujeres y disidencias. Eso sumó una arbitrariedad de los mecanismos de adaptación de las denuncias en los casos que fue necesario. En este sentido, se observó que cada instancia de seguridad tomó decisiones individuales. Las trabas burocráticas que implican para una denunciante recorrer diferentes ventanillas en espacios físicos distantes entre sí, se vieron achicadas positivamente por un acceso mucho más ágil a la solicitud de medidas de protección hacia elles o sus hijes, un indicador de que claramente esa maraña burocrática y revictimizante que siempre denunciamos se puede superar. Sin embargo, no todo fue color de rosa y con el tiempo las trabas comenzaron nuevamente, como muestra de la estructura patriarcal judicial que es urgente se modifique radicalmente.

Las mujeres y disidencias tampoco contaron con recursos desde el Estado o medidas ágiles que pudieran colaborar en la salida de los domicilios de los perpetradores de violencia. La convivencia incrementó las violencias pero también las estrategias de supervivencia de mujeres y disidencias fortalecidas con redes de vecinas, amigas, organizaciones y dispositivos independientes de gobiernos y estados.

 

 

En cruce: diferentes formas de violencia

 

Las violencias de diversos tipos y modalidades hacia mujeres, lesbianas, travestis, trans, no binaries y niñeces se incrementaron. Basta la estadística de los primeros 3 meses del 2021 en el que se registraron más de 60 femicidios y transfemicidios, para ilustrar esta situación. Sin dejar de lado la desaparición de Tehuel, varón trans habitante de la localidad de San Vicente, en nuestro conurbano sur de Buenos Aires. Al 18 de abril aún no se lo encontró y el Estado y gobiernos no dan respuestas aunque todo indica que la motivación fue de odio por su género autopercibido.

En los 2 años y medio que tenemos como colectiva feminista hemos detectado que les destinataries de las violencias machistas en la mayoría de los casos encuentran una imposibilidad de salir de esa situación debido a cuestiones económicas: bajos ingresos y precarios respecto a sus parejas, niñes a cargo, desocupación e imposibilidad de acceder a una vivienda por no poder abonar un alquiler. En este sentido, la dificultad para acceder a una vivienda e ingresos dignos son un nudo central y obstáculos complejos en la construcción de la autonomía de mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries.

 

 

Tierra para vivir, Feminismos para habitar

 

Nuestro territorio conurbano ha desarrollado durante el año 2020 diferentes recuperaciones de tierras para luchar por un lugar donde vivir. La más paradigmática fue la de la localidad de Guernica, Partido de Presidente Perón, Buenos Aires. Allí la inmensa mayoría eran mujeres y disidencias, muches con hijes, monoparentales y todas cargando violencias de diverso tipo, en donde la económica y patrimonial allí tuvo una relevancia fundamental. Como colectiva junto con organizaciones feministas, consejerías, movimientos sociales del territorio impulsamos una declaración y asambleas feministas que con la consigna Tierra para vivir, Feminismos para habitar, pretendimos abrazar la lucha, alzar esa voz de reclamo: la necesidad de construir una vida digna.

 

 

Construyendo redes para la autonomía económica

 

Sin embargo, las estrategias de supervivencia emergieron en todo el territorio. Los intentos de búsqueda de ingresos fortalecieron redes de compra-venta de productos diversos y potenciaron los intercambios en algunos casos a modo de trueque.

Como Tatagua entendimos necesario fortalecer y construir una economía feminista que pudiera poner en valor las horas de cuidados no remunerados, pusiera en el centro la vida generando lazos de apoyo mutuo y redes de contención y acompañamiento colectivo. Lanzamos un grupo de facebook “Feria Popular Feminista” para potenciar las economías locales mediante el intercambio, que actualmente tiene más de 6000 participantes. Realizamos una formación específica en economía feminista de 3 encuentros que sintetizan lo que de manera colectiva aspiramos a seguir construyendo. De la sistematización de esos encuentros, de los saberes construidos en el intercambio de productorxs, emergieron una lluvia de ideas fuerza que conforman el horizonte que seguimos empeñadas será feminista o no será.

 

 

Las deudas de un Estado que sostiene la precarización laboral y de la vida

 

El Estado debe garantizar ingresos monetarios mínimos no sólo para los hijos e hijas de las mujeres sino para todos y todas quienes habitamos este suelo. Pero específicamente para las mujeres y disidencias víctimas de violencias físicas y económicas.

A la violencia física, a las violencias que significan para mujeres y disidencias riesgo de vida, se debe responder con espacios que para nada pueden ser carcelarios como son hasta ahora los hogares y refugios. No existen allí equipos especializados ni dispositivos capaces de contener efectivamente a esas mujeres y mucho menos aportar en el proceso de reparación de las violencias sufridas. Creemos que es tiempo de problematizar un poco más si efectivamente tiene que intervenir en estas situaciones el ámbito de la Seguridad, o más bien los ministerios de Mujeres, Géneros y Diversidades (y sus correlatos provinciales o municipales) pero con equipos de profesionales y compañeres efectivamente capacitadas para la escucha, el acompañamiento con herramientas que apunten en ese camino.

Es momento de problematizar también hasta cuándo les promotores de salud de las organizaciones sociales o de diferentes programas ministeriales tendrán que seguir poniendo el cuerpo si luego no hay recursos materiales concretos para las personas víctimas de violencias machistas. ¿Hasta cuándo se seguirá cargando los cuerpos de miles de mujeres y disidencias que toman esta tarea en los territorios y lo hacen con absoluta precarización laboral y de la vida?

No alcanza con asignar escasos recursos económicos, que en muchísimos de los casos exigen a las mujeres y disidencias realizar una denuncia que no siempre, casi nunca, están en condiciones de efectivizar. Es necesario, primero, la efectiva implementación de políticas públicas que dejen de aparecer como dádivas estatales y sí como derechos concretos.

 

Entrevista: Laura Pinnola

Fotos: Tatagua Colectiva Feminista

Edición: Florencia Puente – Fundación Rosa Luxemburgo

 

“La primera violencia que se vive en nuestros barrios es la violencia económica”

La vivienda y la lucha por un derecho básico en los barrios: el agua

 

Milena: La situación habitacional de los barrios es diferente en CABA, acá en Rosario o en el resto de las asambleas del país, pero algo que nos atraviesa a todas por igual es la problemática del agua, la luz y la falta de urbanización. Desde nuestras asambleas nos hemos organizado para poder resolver a corto plazo por ejemplo lo que fue la campaña “Contagia potabilidad” el año pasado donde hemos podido colocar tanques comunitarios porque en el verano la principal problemática es la falta de agua, y así nos fuimos organizando. Obviamente no dejamos de exigir una respuesta al estado porque es un derecho el acceso al agua pero son soluciones y estrategias que fuimos encontrando entre las vecinas.

Jesica: Al ser barrios empobrecidos y no urbanizados la problemática del agua es a nivel nacional en todos nuestros barrios. En muchas de nuestras asambleas, por ejemplo, en la villa 21-24 que es una de las más grandes de capital, las escuelas del barrio hicieron un testeo a los pibes y las pibas porque venían muchos con dolores de panza, vomitaban mucho… entonces decidieron las familias hacer un testeo al agua y a cada uno de esos pibes. Y se detectó que en una gran mayoría de los chicos encontraron parásitos provenientes del agua y el agua imposibilitada para el consumo humano. La 21-24 está dividida por sectores y en la gran mayoría se hizo un estudio sobre el suelo y se encontró que las napas están contaminadas entonces es imposible consumir el agua, hay un gran porcentaje de nuestro sueldo, del ingreso de la familia, que se gasta en comprar agua embotellada.

Y ni hablar de las campañas que se hicieron en el medio de una pandemia de la importancia del aseo y la limpieza de nuestras casas y de nuestras manos y como eso afecta, al NO tener ese derecho, ese servicio garantizado, a nuestra vida cotidiana. No tenemos agua para poder cumplir todas esas normas anuncian las campañas de prevención frente al Covid. Y esa era una de las luchas de nuestra compañera Ramona de la villa 31 que terminó muriendo por desidia del estado.

 

 

Aislamiento, endeudamiento y una reurbanización sin perspectiva de género

 

Johana: La pandemia vino a profundizar un montón de necesidades respecto de la pobreza estructural donde nosotras vivimos, porque todo esto no pasó ahora, sino que nuestros hijos nacieron en la pobreza estructural.

Anita: Yo tengo tres hijas chicas y tengo que lavarles las manos, bañarlas, tengo que cocinar y sin agua no puedo. Ahora estoy con el tema de la relocalización y estoy sola. Se junta el agua podrida estoy con el tema de los mosquitos y vengo peleando, me vine a acercar al ministerio. A mí no me van a relocalizar porque la mitad de mi casa está bajo autopista y la otra mitad no.

Johana: Ninguna de las urbanizaciones que se van llevando a cabo a lo largo y ancho del país tiene perspectiva de género. Y es una de las cosas que más discutimos nosotras porque había muchos casos judicializados como sabemos que la vecina se separa del agresor, le hacen la perimetral y bueno él vive enfrente porque vivimos en un pasillo y es la historia de siempre. Y muchas veces, como cuando se hizo el relevamiento de la ciudad para definir las casas a nombre de quien iban, en muchos casos cuando hacían el relevamiento la vecina estaba al lado del violento y el que titularizó por esa casa fue el violento.

Jesica: Un poco lo que fue creciendo, es la deuda, nos endeudan a nosotras como mujeres con esto de los préstamos a las AUH. Como fueron incrementando esos préstamos y como fuimos endeudándonos con el Estado. Después otra es que tuvimos que salir a trabajar más. Somos trabajadoras en nuestras casas, trabajadoras comunitarias y el trabajo por fuera de nuestras casas. Esto implica que también hayamos pedido prestado a nuestras vecinas algo de plata, poder ayudarnos entre nosotras.

Y algo que venimos peleando y diciendo también es que nuestros comedores aumentaron las raciones en un 200% y aumentaron también los trueques: por ejemplo, alguien tiene dos paquetes de azúcar y otra tiene un paquete de yerba y nos sirve y se truecan.

 

 

Las Casas de Mujeres y disidencias como espacios formativos, productivos y de encuentro

 

Anita: El acompañamiento y seguimiento lo estamos haciendo entre las vecinas acá del barrio. Hay muchas mujeres que son violentadas, que no tienen adonde ir a dormir, muchas que quieren hacer la denuncia y tienen miedo y muchas son sostén de sus hogares o no se pueden separar porque el violento es el que trae la plata a la casa o la comida. Es por eso que también desde las Casas pensamos las Cooperativas para que esas mujeres puedan ser sostén de sus hogares. Con la pandemia acá en la Villa 31 está habiendo muchos casos de violencia y tratamos de acompañar a todas las mujeres.

Johana: El aislamiento también quebró algo que estamos acostumbradas nosotras que es vivir en comunidad. Siempre decimos que hacia adentro de los barrios populares hasta los afectos son colectivos no solamente el plato de comida. Las vecinas no tenían con quien dejar a los pibes para ir a sacar el turno en la salita o para no exponerlos o para que se distraigan un poco  porque vivían en un cuartito 5 o 12 personas con camas cucheta, compartiendo un baño. También pasa de quedarnos a cuidar las niñeces de otras mujeres para que ellas vayan a hacer la denuncia porque los espacios de denuncia en la pandemia cerraron y había que hacer denuncias virtuales entonces algunas compañeras que no tenían conectividad a internet decían bueno no le quiero contar a nadie entonces voy al ciber y hago la denuncia en el ciber. También hay un montón de compañeras que hablan quechua y no las entendían cuando querían hacer la denuncia por llamada. Hay compañeras que no saben leer ni escribir y tuvimos que tejer más redes de las que teníamos.

 

 

La violencia diaria de un Estado ausente

 

Jesica: La primera violencia que se vive en nuestros barrios es la violencia económica. En muchos casos el violento es el que lleva la plata a la casa, eso hace que muchas de nosotras no podamos salir de esa situación porque termina siendo un círculo. Entonces nosotras trabajamos desde las Casas con el eje trabajo: hay talleres de oficios, hay electricidad, hay talleres de encuadernación, una cooperativa muy linda de lencería, de estampados de remeras, bueno todo eso es trabajo que venimos pensando como Cooperativa y como mujeres. Una vez que tenemos una entrada económica la cosa cambia, después nos vamos conteniendo una a la otra hasta que la compañera se da cuenta de que esa vida no está buena. En las cooperativas pudimos comprar las maquinas también de manera autogestiva y se vienen sosteniendo con “salarios sociales complementarios” que son $10.000 y están por debajo del salario mínimo vital y móvil. O sea, con diez mil pesos no podes sostener una familia de 4 pibes o de tres o de dos. Y ni hablar si esa vecina tiene que pagar un alquiler, porque muchas de nosotras no vivimos en casa propia… si tenes que salir de una situación de violencia, ¿cómo haces? Por eso nosotras armamos una red de cuidado, para ayudarnos entre nosotras, pero es muy difícil si el estado no acompaña. Entonces lo importante es que el estado reconozca con un salario real para las cooperativas que dignifique a cada una de esas compañeras.

Nosotras venimos reclamando hace un montón de tiempo también salarios de urgencia para situaciones de violencia. Hasta ahora nos venimos sosteniendo a través de las redes comunitarias, pero si una compañera tiene que salir urgente de su casa, muchas veces de manera autogestiva no llegamos a solucionar y lo terminamos resolviendo que esa compañera se quede con sus hijes dos días en la casa de una, otro día en la casa de otra y así. Esto eso se resuelve con el estado presente y garantizando un sueldo de urgencia para que esa compañera se pueda pagar el alquiler y pueda salir de esa situación de violencia lo más urgentemente posible.

Johana: El abandono estatal que nosotras sufrimos adentro de los territorios está a la vista entrando a cualquier barrio popular. Y las esenciales son justamente las trabajadoras comunitarias de comedores, las trabajadoras comunitarias promotoras en género adentro de los territorios. El estado no tiene que reivindicar solo simbólicamente el laburo sino también económicamente, y que el sueldo que cobran las compañeras no sea un salario social, sino que sea realmente un sueldo que nombre el laburo que hacen como sueldo de trabajadoras comunitarias de comedor y que se nombre.

Y algo más es que en los barrios, por más que son muy grandes, hay mucha gente habitándolos y muchos pasillos, cuando se denuncia a un violento y se hace la perimetral, ese violento tiene familiar enfrente del pasillo donde vive esa vecina y entonces para ahí y la vecina está presa en su propia casa y no puede salir ni a comprar al kiosco, no puede mandar a los chicos porque sufre agresiones y lo que pasa en muchos casos es que cuando aprietan el botón anti-pánico la respuesta siempre es tardía y lo vimos en los medios de comunicación un montón de veces.

Jesica: Nuestro frente de géneros se conformó en el año 2015 en el Encuentro Nnacional de Mujeres en Mar del Plata. Y en seis años pudimos salvar un montón de vidas en nuestros barrios. ¡Si nosotras como organización y como mujeres que vivimos la violencia estructural pudimos buscarle una solución el estado tiene que escuchar este reclamo que venimos haciendo! Y son necesarios estos espacios, poder encontrarnos en algún lugar y poder pensarnos porque nosotras somos sujetas políticas y somos mujeres que pensamos y trabajamos por el barrio.

Nosotras y nosotros como organización tenemos el Observatorio Villero en la 21 somos 71.000 familias y en cada uno de los barrios son millones de compañeras viviendo en la pobreza y somos mujeres las que estamos en esta pobreza estructural y somos las mismas que les salvamos la vida a otras mujeres en estas redes de cuidado. En los pasillos de la villa es muy difícil que entre un patrullero o una ambulancia, esas problemáticas están si no hay urbanización.

 

Intervienen:

Milena Medina del barrio Los Pumitas de Rosario -Referenta de géneros Rosario.

Johana Ybarrola. Referenta de la Asamblea de la Villa 31 y del Frente de Géneros Nacional

Jesica Azcurraire, Villa 21.24. Referenta territorial de Géneros CABA, fue Coordinadora de la Casa de las Mujeres y las Disidencias de la 21 y participó de la mesa de Géneros Nacional hasta que quedó embarazada de Agustín.

Ana María Barrientos, Villa 31, es Coordinadora del eje de derechos humanos de la Casa de las Mujeres y Disidencias de  la 31, trabaja desde que se creó en la cooperativa de lencería feminista Eje Livera, es egresada del Bachillerato Popular Che Guevara de la Poderosa.

Entrevista: Laura Pinnola

Fotos: Frente de géneros La Poderosa

Edición: Florencia Puente – Fundación Rosa Luxemburgo

Galería de Fotos

“La justicia que hemos habitado hasta ahora es particularmente violenta porque nos ha expropiado la posibilidad del conflicto”

La intemperie

 

Quienes estuvieron privadas de libertad y/o en situación de calle, enfrentan una situación de vulnerabilidad económica y social, previa a esta condición, viviendo por largos períodos de manera precaria, con escaso o nulo acceso a educación, salud, vivienda o a un trabajo. Esta situación de vulnerabilidad se ve acrecentada y violentada tras años de encierro bajo las lógicas del sistema penitenciario, o de vivir a la intemperie sufriendo la constante violencia social e institucional, que no sólo agudiza los niveles de violencia a los que son expuestas, sino que además rompe los lazos, los vínculos afectivos que tenían antes de ingresar a un penal o a vivir en la calle. Un porcentaje importante de estas mujeres están a cargo de los hogares y en muchos casos además de ocuparse de la manutención y crianza de sus hijxs, tienen a cargo nietxs, personas de mayor edad y/o personas con diversidad funcional.

 

En relación a la situación laboral, las mujeres que están por encima de los 40 años han transitado por experiencias personales vinculadas al trabajo precario e informal y con trayectorias educativas o formativas muy débiles. Y en el caso de las mujeres por debajo de esta franja etárea la mayoría nunca han trabajado, o han trabajado ocasionalmente y/o por períodos breves e intermitentes, y aún muchas de ellas han mencionado, que tampoco sus xadres han tenido trabajo sostenidamente y que muchxs vivían de las “changuitas” que conseguían. Resulta importante remarcar que en Argentina, el 60 % de las mujeres están privadas de libertad por delitos primarios vinculados al narco-menudeo o venta de droga tipo “quiosquito”, este tipo de delito es vivenciado como una fuente de trabajo y subsistencia. Tanto para estas mujeres como para las compañeras trans y travestis lo que se vive es una situación de vulneración y exclusión estructural, las posibilidades de insertarse en el mercado laboral formal son muy bajas -hecho que se incrementa si tienen antecedentes penales y/o si son extranjeras, tengan o no sus papeles en regla. Este crecimiento se debe a la persecución que se dió bajo el pretexto de combatir la “guerra contra las drogas”, argumento que hizo que compañeras que están en la venta minoritaria de estupefacientes terminen detenidas. Hay una decisión política en la persecución a estas compañeras mientras que las personas responsables de manejar este negocio jamás van a ser perseguidas.  

 

 

Reproducción material de la vida

 

La detención de estas mujeres tiene un impacto muy fuerte sobre quienes recae su cuidado, porque básicamente no hay quien lleve un plato de comida a la mesa. La mayoría de ellas, aún detenidas, sigue creando estrategias para poder sostener materialmente a su grupo familiar desde el encierro. Pero lo cierto es que es muy poco lo que pueden cubrir teniendo en cuenta los pequeños montos que quedan disponibles de su peculio, esto en el caso del Sistema Federal donde un porcentaje de las personas privadas de libertad accede trabajo. La  mayor parte de la población suele recurrir a una herramienta legal que es solicitarle al Juzgado la “liberación” del fondo de reserva (el porcentaje de dinero correspondiente a tu trabajo que te entregan cuando salís) para poder disponer de él y autorizar a un familiar a retirarlo. En el caso de quienes trabajan en las cárceles del Sistema Provincial esto es directamente impensable,  ya que es irrisorio lo que pueden llegar a percibir por mes.

Tanto en el Sistema Penitenciario Federal como en el Provincial, el trabajo se transforma en una práctica para disciplinar los cuerpos, ya que cumplir con esa premisa influye en la calificación trimestral (conducta y concepto) con la que se expide el servicio criminológico en un informe a tu Juez. Pero no se analizan del mismo modo las condiciones en las que se realizan las tareas (falta de elementos de protección, ausencia de políticas de cuidado y asepsia, etc.) y las situaciones que derivan en precarización laboral desde el mismo estado, que debería ejercer mecanismos de control contra estas prácticas.

 

Espalda con espalda

El contexto actual de pandemia produjo una eclosión en nuestras vidas, se profundizaron aún más las condiciones nefastas de habitabilidad dentro y fuera de las cárceles, poniendo de manifiesto la ausencia de políticas públicas que tuvieran injerencia en las vidas de las mujeres y personas travestis/trans alojades en unidades penitenciarias, en arresto domiciliario y también liberades, que hasta ese momento intentaban sobrevivir la debacle económica con trabajos precarizados. Los familiares de nuestrxs compañerxs privades de libertad en penales se vieron imposibilitadxs de acercar alimentos y productos de higiene durante el contexto de emergencia sanitaria ya que se interrumpieron las visitas. Situación que se vivió subjetiva y colectivamente con mucha angustia, bronca e incertidumbre. Esta gran dificultad se sumó a las insuficientes medidas de cuidado que desde el estado se demoraron en implementar dentro de las unidades penitenciarias. La sanitización y los protocolos estaban en la letra muerta de las disposiciones, pero no existieron dinámicas concretas que las cumplieran en tiempo y forma. El personal del Servicio Penitenciario entraba constantemente a los pabellones sin barbijos y sin que se tomaran medidas necesarias para prevenir la propagación de COVID 19; una vez que el virus entró se produjeron reclamos masivos a lo largo y ancho del país; la respuesta de las fuerzas de seguridad fueron tiros, traslados arbitrarios, represión, tortura, muertes y quema de centros universitarios.

En el transcurso de estos meses intensificamos la labor de nuestro grupo al que llamamos: Segundeo. Este tiene base en los cuidados colectivos, en el apoyo mutuo y en el cuerpo a cuerpo de estar ahí cuando nos necesitamos. Si bien, el eje de nuestra práctica no es el asistencialismo, durante la pandemia y teniendo en cuenta la gran necesidad de nuestres compañeres, además de continuar con los talleres de manera virtual, hicimos pedidos de donaciones a través de distintos canales de comunicación. Esto nos permitió reunir grandes cantidades de alimentos, pañales, elementos de higiene y productos de primera necesidad.  Un modo que encontramos, de visibilizar esta ofensiva, fue hacer libros compuestos por voces de personas que habitan los conflictos, donde ninguna voz es impuesta por encima de estas. Estos libros son memorias de distintas luchas y disputas que sirven para dejar asentado en la historia, distintas problemáticas que nos atraviesan y nos preocupan. Estamos creando una memoria para que tenga impactos en el futuro al que estamos dando forma ahora de modo urgente.

 

 

La economía del castigo

 

La economía del castigo es uno de los modos de violencia que más nos preocupa e interpela. Nos preocupa porque recayó sobre nuestros cuerpos y sigue recayendo sobre el cuerpo de nuestrxs compañerxs, pero también porque esta economía se va renovando y actualizando. El encargado de gestionar esta economía es el aparato de justicia, una justicia que nos interesa cuestionar, arriesgándonos a pensar/crear otros modos o justicias. Es LA justicia lo que configura nuestros modos de estar en común y de convivir. La justicia que hemos habitado hasta ahora es particularmente violenta porque nos ha expropiado la posibilidad del conflicto, ha creado buenos guiones para las víctimas y los victimarios y dejó de lado la implicancia comunitaria, ¿Quiénes son las víctimas y quiénes lxs victimarios? ¿hay tal cosa como víctimas y victimarios? La hiper-individualización de los conflictos es el correlato de una justicia neoliberal, basta con ver los regímenes en la cual fue cercada y encorsetada. La justicia es violenta porque juzga a las personas por un acontecimiento específico y no tiene en cuenta las trayectorias de vida que hicieron que alguien atraviese determinadas situaciones. Es violenta porque la respuesta a la multicausalidad de los “delitos”  es encerrar a las personas en centros de tortura. Es violenta porque tus antecedentes penales te persiguen durante 10 años una vez concluida la pena y te arroja a la calle sin ninguna posibilidad de rearmar tu tejido, sometida a trabajos precarizados. Es violenta porque no te deja más opción que endeudarte para poder sostener una vida vivible.

 

Hablan de reinserción y eso es una mentira. No existe tal cosa con una sociedad que te dejó afuera de cualquier posibilidad, mucho antes de la cárcel por la que transitaste, y que no te reconoce como parte de sí misma. El estado monopoliza las violencias y es el brazo ejecutor de las mismas. El estado decide cuáles violencias son aplicables y cuáles son punibles. En fin, nos queda claro por qué las cárceles no tienen que existir, porque sus violencias son las que coartan todo tipo de flujo vital.

 

 

Entramarnos para respirar 

 

Durante la emergencia sanitaria nos fuimos entrelazando en las distintas luchas que cruzan nuestras vidas y los territorios. Participamos activamente junto a otras organizaciones en el proceso asambleario feminista de la recuperación de tierras en Guernica que comenzaba a proponer espacios de autocuidado, como un comedor, postas de salud e incluso apoyo escolar para les niñes.

Iniciamos un diálogo, junto al proyecto Reunión, entre las experiencias de quienes habitaban el predio. Realizamos una escucha atenta de las voces de lxs habitantes, y esa escucha no fue pasiva porque nosotrxs no llegamos allí sólo a empezar ese diálogo y dejarlo ahí, sino que nos fuimos mezclando, mixturando con sus experiencias donde había familias enteras, bebés y niñes politizando la  intemperie, bancando la toma; esa intemperie nos  llevaba una y otra vez a repensar los múltiples encierros que habitamos en el medio libre.

Las violencias se repiten pero la resistencia de nuestros cuerpos, la supervivencia que nos invita a organizarnos también. En medio de este contexto, asumimos la tarea de acompañarnos y cuidarnos mutuamente de diversas formas. Consideramos que en estos momentos de emergencia se ha activado toda nuestra potencialidad en la búsqueda de estrategias para pensarnos en comunidad y luchar colectivamente. YoNoFui es nuestra revancha.

 

Entrevista: Laura Pinnola

Fotos: YonoFui

Edición: Florencia Puente – Fundación Rosa Luxemburgo

 

“Las tareas del hogar y de cuidado tienen un valor que debe ser reconocido”

Violencia habitacional y falta de servicios: “Vivimos en un basurero”

Berta: Nosotras somos de la Villa 20 y como siempre el Estado se olvida de las Villas: no nos registran, nosotras somos las olvidadas. Tenemos las cloacas tapadas, algunos no tienen agua. Hay una Junta vecinal que no sirve para nada y por poco tenemos que ir de rodillas rogando que destapen la cloaca porque en este tiempo tan difícil que actualmente estamos viviendo, seguimos sufriendo el tapado de cloacas, la basura…. Vivimos en un basurero y ¿adónde vamos? Porque no tenemos otro lugar adonde ir a vivir. Acá tenemos nuestra casa, nuestra familia.

En tiempos de pandemia nadie vino a preguntar cómo estamos viviendo. Al ser mujeres organizadas aprendimos a luchar y a no bajar los brazos. Cuando necesitamos algo nos organizamos y vamos a exigir: que vengan a levantar la basura, a destapar las cloacas, que vengan a fumigar porque también al ser un basurero hay mucho dengue. La gente está muriendo por dengue o por el virus, o sea continuamente suceden cosas en la villa que a nadie le interesan pero nosotras hemos aprendido a luchar y seguimos adelante.

María: En plena pandemia no teníamos agua que es lo básico que nos tiene que garantizar el Estado y te dicen que cada diez minutos te laves las manos y no teníamos agua así que tuvimos que salir a cortar calles para tener agua que es lo esencial y hasta ahora no nos resolvieron, pero por lo menos nos mandan cuadrillas de camiones cisterna que vienen día por medio. Y tenemos que cuidar el agua.

Eusebia: Nosotras hemos salido a la calle como vecinas y cortamos. Nos llevaron al IVC (Instituto de Vivienda de la Ciudad) y lo único que nos decían es que no tenían gente, que no se podía trabajar en la pandemia y nosotras decíamos: no queremos cisternas, queremos que nos arreglen los caños, porque no sabemos a través de las cisternas que clase de agua viene porque también puede venir sucia y no la podemos tomar. Tenemos que usarla para lavar la ropa, los servicios… y nosotras queremos que nos arreglen los caños, no tener cisternas. Somos muchas familias, con muchos chicos y hay que bañarlos. Gente mayor también están sufriendo y eso no se da cuenta el gobierno

 

 

Una reurbanización a medias que agravó el conflicto con el agua y genera endeudamiento

Eugenia: Previo a la pandemia, en la villa se había comenzado la reurbanización y trasladaron a muchas familias, a compañeras nuestras las reubicaron. Muchas manzanas se tiraron abajo para abrir calles y ahora todo eso quedó suspendido. Hubo mudanzas que no se llevaron a cabo, está todo a medias. El tema del agua también tiene que ver con el abandono y el olvido en medio de una obra gigantesca de reurbanización que quedó en la nada.

Berta: A algunas compañeras las trasladaron a los departamentos, pero muchas hemos quedado en la villa aún, y las casas que se derrumbaron se hicieron basureros y ahí es donde se cría el dengue. Hicieron zanjas, rompieron cañerías y dejaron escapar el agua que fluía como si fuera un rio por la calle Chilavert, agua que se está desperdiciando mientras los vecinos no tenemos acceso. Las ratas están caminando por ahí como si fueran conejos y todo lo dejaron así, nadie más vino a trabajar, dejaron todo a medias.

Eugenia: A las compañeras que reubicaron con la reurbanización, las están endeudando. Para obtener la titularidad de la casa el gobierno de la Ciudad te obliga a pagar un crédito, que está ligado a los “beneficios” que se tienen por las AUH.

Noemí: Nos decían que las que teníamos AUH u otro plan, de ahí teníamos que pagar el 20%, pero en sí el titulo no te lo dan; recién cuando terminas de pagar todo te dan el título del departamento, mientras no está a nombre tuyo. Y hubo mucho malestar de parte de vecinos y vecinas porque era muy difícil intercambiar tu casa por un departamento. Y también pasó que los departamentos no estaban en buen estado. Hubo escombros que se caían de los revoques, se les caía el cielorraso del techo, había mucha humedad, como que no estaban tan bien hechos los departamentos. Te daban un crédito, pero que no te alcanzaba para comprarte una casa afuera de la villa (ni adentro) y hay muchos departamentos que se entregaron a gente que no vive en la villa y lo usan para alquilar, y hasta hubo departamentos que se le entregaron a gente que trabaja en la Junta vecinal que no le corresponde. En nuestro caso somos una familia de doce personas, nuestra casa no está en buenas condiciones y es muy difícil vivir ahí. Vamos al IVC y te dan solamente unos números para comunicarnos con los referentes y no te contestan, no te dan una solución.

 

Las tareas del hogar y de cuidado tienen un valor monetario – transformarse es un recorrido colectivo

Eugenia: Nosotras estuvimos acompañando mucho la presencia de Silvia Federici. Cuando ella dice “no es amor, es trabajo no pago” y fue un gran debate entre nosotras porque nos costó. De hecho también tomamos el ejemplo de Domitila Chungara (referente feminista minera boliviana), leímos unos fragmentos donde ella decía que su marido no la dejaba militar porque eso la separaba de las tareas del hogar (en Bolivia), hasta que ella se dio cuenta que las tareas del hogar tenían un valor monetario; entonces se quedó en su casa pero le puso un valor a cada una de las cosas que hacía y cuando le presentó a su marido a factura él le dijo “no puedo pagar todo esto”

Laura: Es muy duro salir de esa postura porque no somos reconocidas, que las labores del hogar son un trabajo: cuidar a los chicos, cocinar, lavar es un trabajo.

Eusebia: Y un poco somos como Domitila porque ya no hacemos como antes que teníamos que lavar, planchar, esperar con la comida al marido. Ahora ya no. Con las compañeras a pesar de todo esto nos hacemos un tiempo para sostener las tareas militantes del Movimiento, las ollas, las estructuras administrativas y ninguna ha parado en toda la pandemia. Con barbijos, con súper cuidados, con preocupación. Crecimos un montón y apuntamos mucho al autocuidado.

 

 

Estrategias ante situaciones de violencia física: acompañamiento y autonomía económica

Laura: Hablamos mucho en la organización de maneras de acompañamiento en situaciones de violencia porque son cosas que se presentan día a día y nosotras estamos organizándonos. Primero para poder trabajar de la misma manera y poder ser el sustento de nuestro hogar. Para eso tenemos la Gráfica y las cooperativas.

María: Siempre las mujeres somos doblemente maltratadas. Cuando hay una situación de violencia somos las mujeres las que salimos corriendo con nuestros niños y no tendría que ser así, entonces acompañamos a nuestras compañeras que necesitan salir de la casa.

Eugenia: Hicimos una Casa de mujeres que está en el medio de la villa y nos vamos ayudando temporalmente, pero es muy difícil resguardar a una compañera violentada en una casa adentro de la villa porque todo el mundo sabe que está ahí. Igualmente le damos acompañamiento y la compañera sabe que es un lugar al que puede recurrir.

Pero uno de los reclamos que nosotras hacemos es poder tener un equipo interdisciplinario de profesionales que no lo hemos logrado, o sea las compañeras que nos asisten desde una contención psicológica o legal tienen que ver con las redes y con el apoyo mutuo.

Berta: En plena pandemia aumentaron las violencias y muchas mujeres fueron asesinadas, violentadas o maltratadas. Nosotras hemos salido a marchar con todos los cuidados al Ministerio y hemos pedido justicia por cada compañera desaparecida, pero no dan respuesta, hay un total abandono, a nadie le interesa quien muere. Y cuando quieren escapar no pueden: si van a una oficina de Defensoría de la mujer y lo primero que le preguntan es adonde tiene marcado, si tiene una cortadura, si le rompieron un pie. O sea, cuando una pide ayuda primero tienes que mostrarle que te rompió o que te cortó o que te hizo y eso me parece injusto. También por eso sería bueno tener profesionales aquí en nuestro Movimiento.

Laura: también los tiempos que nos ponen porque cuando una mujer sufre la violencia tiene que transcurrir un tiempo para que te tomen la denuncia, después tiene que haber una segunda denuncia para que te tomen el caso y otra para que te den el botón antipánico. Es un proceso muy largo que te ponen para asistir a una mujer violentada y es terrible convivir con tu agresor hasta que te den el botón antipánico.

Eugenia: Nosotras en nuestras marchas tenemos consignas que ponen esto en primer plano: que nuestra lucha es contra el patriarcado y contra el capitalismo; y una de las consignas del año pasado fue: “el ajuste es violencia patriarcal”; lo pusimos porque sabemos que el patriarcado siempre nos está diciendo cual es nuestro lugar como mujeres: de cuidadoras, de olvidadas.

 

Intervienen:

Berta Flores Cáceres

María Benítez

Eusebia Mamani

Noemí Montés Flores

Laura Ramírez

María Eugenia Lara

Entrevista: Laura Pinnola-

Fotos: Asamblea de mujeres FOB MTD Lucha y libertad

Edición: Florencia Puente – Fundación Rosa Luxemburgo